¿Por qué no podemos hacer realmente aquello que deseamos, en lugar de realizar movimientos estereotipados, decir palabras vagas, sonreir a quien te apuñala por la espalda?
Reivindico la libertad del pensamiento y de la acción (siempre respetando la de los demás).
Prefiero mi sofá a asientos envueltos con tela de regalo. Mis vaqueros más viejos y mis zapatillas más cómodas a falditas elegantes y zapatos imposibles. Los coloretes en las mejillas por exposición solar justa a maquillaje de 16 horas de acción. La compañía de un libro a la de una panda de deprimentes sabelotodos. Un tortilla de patatas (o un trifásico) a una Omelete de pomme de tèrre. Acostarse para soñar a despertarse sin haber soñado. A escribir en lugar de que me dicten. A no depender de nadie, en buena compañía.
Reivindico lo simple.
Me traiciono a mi misma.
2 comentarios:
A veces creo que lo simple no existe. Y que la libertad es una entelequia. Desde el momento en que nos relacionamos con otros, estamos condicionados.
Otra cosa es sucumbir a la tiranía de las modas, los estereotipos y las mayorías. Creo que eso se va pasando con la edad (a algunos, otros seguirán moviéndose en la borreguez toda su vida). Al final, todo se confunde. Hasta ser friki o ser outsider está de moda.
Supongo que la libertad es ser fiel a uno mismo, aunque, como dices, es difícil no traicionarse a cada momento.
Cuando lo escribí no pensaba precisamente en la moda, aunque releyéndolo lo parezca.
Hablaba sobre un evento que en teoría me marca como una sujeta adulta que pertenece a una comunidad de selectos (...) [prefiero evitar el sustantivo][oficialemente ya pertenezco la élite de la élite, según se dijo varias veces, ya ves, estilo secta].
Donde te evalúan por tu presencia y por quién te rodeas, no por ti misma, por el desparpajo que demuestras y cómo sorteas preguntas ambivalentes llenas de doble intención.
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