domingo, 25 de enero de 2009

Fotos

Persiste el cansancio... pero mañana la última.

Como en una ensoñación, con hambre, con sueño, hastiada, sin color... el coche me llevó hasta aquí. Y como me faltan las palabras, comparto con vosotros las imágenes:



Así estaba el agua hoy...

Por cierto, ésta soy yo...

miércoles, 21 de enero de 2009

Barbecho

Tanto lo temía
que acabó por quedarse sin voz,
las palabras desaparecían,
las ideas se anulaban.
Ya no escuchaba lo que oía,
se quedó en la nada.

Esto es lo que sucede cuando por un momento te quedas sin ideas, cuando te cansas. Por ello es mejor dejarlo en tablas, ponerlo en barbecho y esperar.

lunes, 12 de enero de 2009

Una conversación para pensar, como siempre vilmente tomada como prestada:

"[...] Por cada genio que me cites cuya grandeza parece haber brotado de una neurosis, te citaré actos similares de grandeza pero sin neurosis. Si vuelves tu oración por pasiva probablemente nos pondremos de acuerdo. Un hombre con rasgos de genio es posible que ataque con tanto vigor las instituciones existentes que todos lo llamen desequilibrado o neurótico. Los únicos genios producidos por el caos de la sociedad son los que actúan de esta forma -Frazier hizo una pausa, y me pregunté si estaría pensando en sí mismo-. El caos engendra genios. Ofrece a un hombre algo sobre lo que ser un genio. Pero aquí tenemos mejores cosas en qué ocuparnos.
-¿Y los casos en la infelicidad ha conducido a logros artísticos o científicos? -pregunté.
-Bueno, me figuro que algún que otro soneto de primera calidad se hubiera quedado en el tintero si la dama hubiera consentido -dijo Frazier-. Pero no demasiados. [...]"

Walden Dos.
Skinner.


jueves, 8 de enero de 2009

Una parte

Todavía me queda por volver. Y no quiero, en parte (al menos, tres cuartas partes no quieren volver). No sé por qué. Esa cuarta parte de mí que me boicotea. Dice ser la parte menos gélida, la que echa de menos algo. Es la parte que me traiciona. La que quiere susurrar y gritar a la vez. La que te observa mientras me observas por el retrovisor, mientras yo no miro, me hago la indiferente, subiendo la cuesta a pie, oyendo algo de música para distraerme y despertarme mientras me dirijo al purgatorio, que según decían es la zona intermedia entre el infierno y el paraíso.



miércoles, 7 de enero de 2009

Me pongo en huelga y no leo más. No se trata de esconder la cabeza, pero me fastidia. El suicidio, un tema demasiado serio, se ha vuelto un tema recurrente, de moda, el gancho. Me llega un correo con catálogo sobre novedades editoriales, como no, la historia de una de ellas parte de un suicidio. Escritores que se suicidan ayer, hoy, mañana... Muy poético, muy romántico, muy provechoso...

No leo más. No escribo más.

viernes, 2 de enero de 2009

TRADICIONES

A K le gustaba empezar el año siempre de la misma forma. Para el resto de los mortales quizás resulte un poco extravagante, pero no más lo que le resultaba que otros encendiesen velas rojas, por ejemplo.

Ya no recordaba cuándo había empezado, tal vez sí que recordara por qué. Todos los años igual, el mismo modus operandi.

El 31 de diciembre, bien entrada la noche, subía a pie el camino hasta el hospital, llegando casi asfixiado, porque ya no era tan joven. Otra opción hubiera sido coger un autobús o un taxi, pero no resultaba tan romántico (o teatral) y además llamaría la atención. Una vez allí, se quedaba en el hall, sentado, enfrente del televisor. Generalmente aquella noche, antes de la medianoche, aquello era de lo más tranquilo. Como mucho veía algun familiar bien puesto de traje-corbata/vestido-de-cóctel a todo correr tras despedirse de algún paciente, o gente con pijamas blancos ataviados con espumillones o coronas. Pero él, desde el banco, miraba (como hacen otros) el televisor colgado del techo, con la voz en off. Un montón de gente, en exceso contenta, en la Puerta del Sol, dispuesta a tomar las uvas con el resto de españoles. Él no iba a tomar uvas porque ya iba bien cargado de largas cuerdas. Además no quería atragantarse. Le bastaba tomar un poco de turrón de Xixona (denominación de origen). Y así despedía el año viejo.

A los pocos segundos de encontrarse en el nuevo, tomaba sus cuerdas y se dirigía al ascensor para ir hasta la sexta e ir bajando a pie por las escaleras, para visitar cada una de las plantas. Cada una en silencio, sólo juerga en los controles. Descontrol total. A través de las puertas entornadas lo podía ver y escuchar. Y él se deleitaba viendo cada uno de los belenes que habían instalado, unos originales, otros...

Y así hasta el sótano, donde el frío era más que evidente y donde no esperaría encontrar a ningún alma.

Nada que hacer, nada que oír, nada que observar; el entorno de la nada, el vacío total, sin espacio y sin tiempo. Me paseaba arriba y abajo y conmigo iban los pensamientos, arriba y abajo. Una y otra vez, arriba y abajo. Pero incluso los pensamientos, por muy etéreos que parezcan, requieren un punto de apoyo, pues de lo contrario giran y giran en torno a sí mismos, en un torbellino sin sentido; tampoco ellos soportan la nada. Desde la mañana a la noche se está a la espera de algo que nunca llega. Se espera y se espera. Y no ocurre nada. Y se sigue esperando, y esperando, y esperando… y pensando, y pensando, y pensando.. hasta que duelen las sienes. Y no ocurre nada. Y estás solo. Solo… Solo…

De allí, nuevamente a pie, salía del recinto y bajaba la cuesta, con sus cuerdas. Ahora su objetivo era Es Baluard. Para empezar bien el año qué mejor que subir sus murallas con la cuerdas, de madrugada, hasta alcanzar la cima exhausto. Y desde allí mirar hacia el este, hacia donde todo es negro, mientras la ciudad brilla como nunca. Esperar hasta que amanezca y ver cómo aquella mancha negra se colorea, primero de tenue naranja (el color que nunca tendrán los frutos de Sóller), luego de verde y gris hasta finalmente ser azul.



Así empezaba K su año.