martes, 29 de julio de 2008

Muere/o poco a poco, sin más dilación. El espejismo se desmorona. La entrada a un vórtice. Se predijo. La muerte anunciada.

¿Verdad?

Lo mejor que puede pasar es que todo vaya mal, para no perder la benignidad de la costumbre, que no es más que el tránsito hacia un final gris y mediocre. Falta del uso de la palabra oral y exceso de la escrita. La voz baja y queda, marca de la casa. El léxico relamido, cortesía de antaño.

Para mayor información, la máxima newtoniana (resumida en una variante sencilla), que no por más conocida, no deja de ser terrible y hermosamente cierta, todo lo que sube tiende a bajar.

jueves, 24 de julio de 2008

Ubi pus...

Un poco de todo.
Un poco de allí y otro de aquí.
El punto blanco de la pantalla inmóvil y permanente denota que no se trata de una alteración de la visión.
Quejarse no sirve de nada.
Criticar el ombligo propio tampoco.
Un ombligo blanco, inmóvil y permanente.
Ubi pus...
No toda alteración es patológica, para eso están las variantes de la normalidad.
Que no te guste lo que veas, no significa que para otros no sea lo correcto.
Aunque sean atrocidades.
... ibi evacuat.
Nos quejamos demasiado y actuamos poco.
Todos.
Un poco de desidia disfrazada de buenas intenciones.
Al final Todos llevamos una máscara. Eso es lo que escandaliza.

Sigue el punto blanco en la pantalla...
Y yo me meto directamente en el saco. A colación por lo de ayer.

miércoles, 23 de julio de 2008

Biografía o la idealización

Després d’uns dies amb sensació d’impotència que encara dura...

Compré un DVD el otro día. Nunca he sido aficionada a comprar películas, puesto que siempre lo he considerado un gasto innecesario, así como el hecho de comprar libros. Con respecto a esto último siempre he preferido el usufructo. Quiero decir, encuentro que el hecho de compartir los libros es como si se les concediese vida, incluso una vida más digna, en lugar de quedarse en un estante recogiendo polvo, va de mano en mano, gente que ni se conoce disfruta con el mismo objeto tan simple y a la vez tan complejo. Y el libro mismo se enriquece, se convierte en un trotamundos. Puede que viaje en tren, o se vaya a la cama, o se impregne de los buenos olores de una cocina, o que se tome el sol en una terraza, o en un pequeño balcón, o que se encuentre en una mochila con otros libros... Esto no le sucede al DVD, por eso quizás no me gusta el sistema del usufructo para este artículo.

Volviendo al tema...

Creo recordar que ya la había visto, aunque no sabría decir. Llevaba dos discos, uno la película, de Preminger, el otro contenía los extras, la biografía de dos de los protagonistas, un tráiler y un documental.
La película buena. Las biografías me dieron que pensar. Las biografías...
Son como retazos de una vida maquillada y edulcorada, sobre todo si versan sobre difuntos, como es el caso, a conveniencia de cómo se quiera vender la historia. Generalmente, el personaje se convierte en un ser único, cuyos errores se le perdonan, cuyos logros se magnifican. Se trata de la construcción de un nuevo ser a partir de los fragmentos de uno auténtico.
Curiosamente, en esta obra sucede lo mismo. Una mujer muerta se convierte, repasando su vida, en una mujer fascinante, cautivadora, de forma que incluso sin conocerla, alguien que debería ser absolutamente imparcial cae rendido ante su retrato y los recuerdos que tienen los demás sobre ella. La idealiza. No hay defectos y, si los hay, se minimizan.

La idealización. Un error frecuente.

domingo, 20 de julio de 2008

Banalidades

La importancia de las letras, los acentos y los signos de puntuación:

-----> de las letras

- Según el registro civil, porque a un funcionario, que posiblemente estuviera de mala gana de guardia, se le ocurrió cambiar una "s" de mi apellido por una "z", ya no soy hija de mi padre, ni hermana de mi hermano (es lo que se llama generación espontánea). Textualmente: ni podrás heredar, ni podrás ir a la universidad porque no te darán el título. A lo primero ni caso, a lo segundo, pues vale.

------> de los signos de puntuación

- Se dice que cierto emperador romano, de cuyo nombre no puedo recordar, en un momento de magnificencia, decidió que uno de sus prisioneros debía ser liberado. Así pues, se redactó la siguiente sentencia que debía llegar a los carceleros del mencionado reo: "Liberadlo, no ejecutadlo". Pero fuera (fuese) quien fuese (fuera) el destinatario de la misiva, obvió la coma, o al menos la posición de la misma. De manera que entendió justo lo contrario: "Liberadlo no, ejecutadlo". De esta forma, en poco tiempo, dos vidas en Roma se vieron segadas tempranamente. Y todo por una buena acción.

------> de los acentos:

- Cómo me como yo la cabeza, entiéndase, cuan elaborado me quedó este post.

PD: igual algún día continúa. Sobre todo, no porque no me vengan a la mente ejemplos, sino porque ahora ya es tarde. Si no, lo dejo para mañana.

Xauet.

sábado, 19 de julio de 2008

Guardia o el subconsciente

Lo acabo de confesar, hace apenas unas horas, sí señor. Porque uno o una no se puede callar. El subconsciente te delata. Al final, las palabras te traicionan, se escapan. Y tú ves cómo fluyen. Incluso se podría decir que las ves escritas en el aire. Pero no las puedes borrar. Ya quisieras. Incluso a veces se escapan por tu boca frases cuyo contenido desconocías y no creías que anduviese flotando en tu mente, recorriendo tus neuronas, despolarizando canales y liberando neurotransmisores.

La versión subrepticia y fisiológica de un detector de mentiras (me gusta más así que polígrafo, campechana que es una).

En el pasillo y a grito "pelao". Sí, señor. Desde hace más de 20 días que me lo repite, la misma pregunta. Incluso con vacaciones de por medio. "¿Y que siempre estás de guardia?" (cancioncilla mallorquina socarrona, no olvidemos). "Estas enfermeras de hoy en día..."

"Las guardias las hago porque me quiero comprar un yate de 15 metros de eslora. Con lo ahorrado, ya tengo 5,72 cm de esos 15 metros." (cancioncilla mallorquina socarrada, para no desentonar).

Se ríe y yo más. ¿Que hago yo, enfermera que soy, con un yate?

jueves, 17 de julio de 2008

Concatenación III o la carencia de originalidad

El poeta sólo pide meter la cabeza en el cielo.
Es el lógico quien intenta meter el cielo en su cabeza
Y es su cabeza la que se parte.
Chesterton.

La paradoja de Olbers (en resumen y para Kaku, que explica lo anteriormente expuesto y no necesariamente lo arriba mencionado, sino lo previamente y más abajo anotado, que no deja de ser una mera observación para una situación puntual): la paradoja que pregunta por qué el cielo de noche es negro. Si el Universo es infinito y uniforme, deberíamos recibir luz de un número infinito de estrellas y, por tanto, el cielo debería ser blanco, lo que contradice la observación. Esta paradoja se explica por el big bang y el tiempo de vida finito de las estrellas. El big bang pone un límite a la llegada de la luz a nuestros ojos desde el espacio profundo.


[Universos paralelos. M. Kaku]


De nuevo, desde un cielo desconocido y ajeno. Donde el cielo realmente ni siquiera es negro cuando se esconde el sol, ni siquiera hay noche, sino un atardecer seguido de un amanecer, en la orbe sin persianas, en la metrópoli de engañosa calma.

martes, 8 de julio de 2008

La sentencia

La sala se encontraba abarrotada, llena de gente que, con el paso de los días, se había ido congregando de manera casi exponencial hasta formar una multitud informe de caras ávidas por saber cuál sería la sentencia.

Puede que tuvieran tareas por realizar en sus hogares, en el campo, en... Sin embargo, la gente, de condiciones diversas, acudían sin reparar en ello o al menos otorgarle la importancia que pudiera tener. Querían conocer el desenlace de la historia. Observar la expresión del juzgado al saber de su futuro. Culpable. No culpable. Sólo dos posibles opciones y una de ellas era forzosamente más jugosa que la otra. No obstante, en aquella ciudad no había tenido lugar una ejecución en años. Y eso justificaba las ansias de aquella población. La incertidumbre mantenía vivas sus esperanzas, dado el vacío diario de sus almas.

El juicio, en contra de todo pronóstico, se había alargado hasta un punto que se conocía de su existencia en pueblos de otras comarcas y se seguía con la misma pasión que en directo pero a través de la prensa. Tiradas matutinas y vespertinas se hacía eco de todo cuanto acontecía en aquella sala. El suspense bien lo valía.

Para el acusado, un hombre sin posibilidad de costearse una defensa digna, ni siquiera de mantenerse por sí mismo, las perspectivas decrecían con cada día que pasaba. Quería que aquello acabara pronto, cuanto antes. Según su defensa, al inicio de aquella pesadilla, el caso era claro y, como mucho, le caería una pequeña regañina que en poco tiempo olvidaría. Pero con el avanzar del tiempo, la cosa se agravó hasta el punto que, sabiéndose inocente (según proclamaba a los cuatro vientos), podría ser ajusticiado.

Inicialmente escuchaba de forma atenta cada una de las declaraciones que tenían lugar. Gradualmente dejó de prestar atención, hasta que tuvo la sensación que no era él el acusado, sino otro. Incluso llegó a abandonar aquella sala para acudir a sus recuerdos, a sus lugares preferidos. De hecho, conoció escenarios que nunca había visto en su vida, comió manjares para él desconocidos. Por no decir más, pudo al fin contraer matrimonio con su prometida, a la que a veces, cuando regresaba a la sala, buscaba entre la gente que se dividía entre sus defensores y sus detractores. Aquella joven no hubiera podido encontrarse allí. Todo comenzó con una pequeña y tonta tos, que luego se siguió de esputos herrumbrosos y poco a poco, la joven de sonrosadas mejillas, se convirtió en un pequeño ser que dejó este mundo años ha.

Estos episodios, de los que la psiquiatría llama episodios de despersonalización o desrealización, compréndase, le llenaban de vida y de esperanza.

Aquel día decidió no abandonar la sala, era el último día que le mantendría recluido, entre aquellas cuatro paredes blancas. Dejaría la silla de madera, una vulgar silla, y también la mesa, una vulgar mesa, ambas viejas y carcomidas, arañadas por la tensión en casos previos. Había olvidado por qué se le juzgaba, aunque ya daba igual.

Aquel día se dilucidaba su futuro: o la libertad o la muerte.

El ambiente era diferente al de los días previos. Se notaba. Se palpaba. Se acrecentaban al máximo los malos olores producidos por el acúmulo de días en la piel de sus propietarios, que no conocían la higiene sino de vez en cuando. El calor allí dentro era asfixiante, sólo generado por aquellos seres vivos y sin otra fuente de energía, a pesar que fuera la temperatura era primaveral e incluso fresca aunque el sol fuera de justicia.

Y justicia se produciría allí dentro.

Le hicieron levantarse de su silla.

Detrás, el público, expectante, con el corazón en vilo. Taquicardias y taquipneas. Resoplos. Manos y pies inquietos. Taconeos y palmadas. Incluso hipo. A más de una tuvieron que sacarla a fuera por lipotimia, no sin protestas y quejas por la incómoda molestia que representaba para sus solidarios salvadores.

Se iba a leer el veredicto.

El juez repitió su nombre, un nombre que ya le era ajeno, pero que le devolvió de sus aturdidos pensamientos.

No sabía qué iba a ser de él. Qué le esperaría en la calle perpendicular de la vida. Quiso mirar atrás y buscarla. No estaría. Súbitamente la ansiedad, que había reaparecido de nuevo hacía unos instantes, se disipó. Se sintió más sereno que nunca, dispuesto a escuchar de la boca de otro hombre, libre y con capacidad para decidir quién era digno de ser inocente y vivir o quién era culpable y merecía ser castigado con todo el rigor de la ley, qué era ante sus ojos.

El silencio.

La sentencia.

domingo, 6 de julio de 2008

Kafka o la reinterpretación de Concatenación

A Kafka lo conocí a través de la poesía. Había oído el término kafkiano, sabía qué significaba. Sin embargo mi tutora y profesora de mi lengua materna en secundaria (de ese plan educativo revolucionario [E.S.O., ya induce a pensar que aboca al fracaso general, ESO] que llaman LOGSE), me lo presentó, a través de su metamorfosis, con portada de fondo blanco y toques azules, en mi idioma. Parte del premio de un concurso de literatura. El poema que presenté le hizo deducir que me gustaría. Sólo se hizo con ese ejemplar. Del resto de libros para los compañeros, no recuerdo. De mi poema sólo guardo en la memoria el principio, pero no viene al caso.

Lo leí. Gregor Samsa. Me tocó el alma, de rabia, de impotencia. No quiero decir que lloré al final, pero lo hice. Odié a sus padres. Odié a Gregor. Odié a Kafka.

(Sin embargo, hizo que perdonara a mi profesora por las truculentas historias que nos obligó a leer a lo "I ara qué, Núria" (¡por favor!, NO, que ya me tuve que leer la primera parte por obligación...), "Laura a la ciutat dels sants "(kafkiano hasta el final) o "Mor una vida, es trenca un amor" (lo peor... que no sé si a esto puede superarle la selección de vídeos de diversas asignaturas, con trabajo filosófico y psicológico: Johnny cogió su fusil, La naranja mecánica [a Kubrick le salvo por su 2001: Odisea...]... ) [sin embargo estas obras literarias consiguieron una considerable aceptación entre las clases, sobre todo, entre el público femenino, en concreto, en aquellas tipas que nunca consiguieron leer una oración simple sin conseguir que no nos evadiéramos a otros mundos mientras asesinaban a cada una de las vocales, arrastrando cada sílaba, como si cantaran (podías dibujar cada una de las entonaciones en sinuosas ondas irrepetibles, emocionante), y que preferían como lectura la biblia que guiaba su forma de vida, el SúperVale]. No obstante, les guardo cariño, quizá por su cándida sinceridad ignorante opuesta a la cándida apariencia de ignorantes niñas buenas de las compañeras que les precedieron en la etapa escolar.) Bueno, sigamos con Kafka...


Y seguí buscando más para leer. Y leí. Continuó apretándome el alma. Me atraían las frases, largas construcciones interminables que, con detenimiento, adquirían un sentido que una vulgar concatenación de frases más cortas no podrían hacerlo jamás, con imprescindibles comas que dejaban una pequeña pausa para respirar.

Llegué al proceso poco más tarde, en árido catalán no normativo (véte tú a saber qué variante era aquella) que me hizo desistir por unos años, hasta que tomé la determinación de reemprender la lectura como fuera. De nuevo, más sensación de impotencia, triste final, kafkiano donde los haya. Final, lamentablemente pudieras encontrar semejanzas con hechos cotidianos de mayor o menor envergadura. El acoso y castigo del inocente... La indefensión hasta el absurdo... El caballero de nobles ideas pisoteado por la práctica y ventajosa posición del que juzga o manda (en cualquier modalidad en que esto se dé [guiño], y sin referirme a cualquier hecho real del momento que nos ocupa: cualquier coincidencia con la realidad depende sólo del que interpreta esta frase y no depende de quien la escribe, que lo hace de la manera más aséptica posible).

De Kafka a Lovecraft y su Horror de Dunwich, pasando por el sorprendente Poe. En busca del tiempo perdido, ni mentarlo (preferiría a Núria). Lecturas de verano (no necesario realmente) que se concatenaban de manera vertiginosa con otro tipo de autores que no es necesario mencionar.

De Kafka, todavía el castillo a medias.


Lo más kafkiano de todo que, ante la sensación de rabia que su obra podría dejar en aquellos que se aventuran a bucear entre sus páginas repletas de palabras, con escasos puntos y merecidas comas, la única idea del autor, según se comenta, era reirse de sus propios relatos con sus allegados en sus tardes libres. A pesar de los esfuerzos de (pobres) grandes y elocuentes estudiosos de su obra quienes, a partir de un pequeño fragmento, pretenden buscar el sentido místico de Kafka, que quizá no lo tenga. Y a mí me queda la vaga sensación que ese pÁ-jaro, en el fondo, se quería reir de sí mismo, de la abogacía (quizá a causa de su padre) y de la cotidianidad. Como un Da Vinci autorrepresentado en una bella (?) dama de sonrisa incierta o en gentiles vírgenes de abigarradas posiciones, burlándose de quienes intentan encontrar una quimera.

Sin embargo, me rindo ante él.

viernes, 4 de julio de 2008

Concatenación

Llegaba cansado a casa. Mal día, o no, quizás monótono, o no. El calor, asfixiante hasta el final, hacía que cualquier nimiedad fuera exasperante. El aire acondicionado del coche y la música de la radio le hacían más llevadero el trayecto a casa. Demasiado lejos, o no.
Abrió la puerta con las mismas ganas con las que se acude al dentista, primero un esfuerzo, la decisión de acudir, luego dolor o el ruído diabólico y después se acabó con el problema, aunque resentido y molesto.
Se quitó de encima todo aquello que se podía quitar. Conectó el aire acondicionado, último modelo (eso quisieras, o no). Para comer, ensalada, preparada. Era cada vez más persona y menos masa amorfa. Con la hidratación, se equilibraba de nuevo el equilibrio hidroelectrolítico (valga la redundancia, con el calor se fundió la palabra balance y el ordenador no puede escribirla).
Se sentó en el sofá. Ya empezaba a refrescar. Pero no se levantó para coger el mando, sino que se recostó aún más. Ya llevaba varios días haciendo lo mismo. Sabía que se dormiría, sin querer, sin pretenderlo. Si no lo evitaba, hoy sería igual que ayer. Con la salvedad que era viernes, veraniego, bien.
Se durmió en el sofá, ya lo sabía, por un tiempo indeterminado. Soñar con paraísos, no necesariamente repletos de cocoteros y arenas blancas. Paraísos secretos, que nadie más conocía o que nadie pensaría que lo fueran. Momentos que viviría o que vivió. Rescatar o crear nudos espaciotemporales. Recordarlo o no tras despertar no era sino una suerte de azar. Por si acaso dejó una película puesta en la tele encendida.
Al despertar, una confusión de ideas, de identidades, desorientación parcial.
Pero cede al momento, y lo que antes era una confusión se pierde, se diluye, con la completa reactivación cerebral.

http://...


Anoche, pude contemplar el cielo. Las luces de la bahía no me lo permiten. Estrellas sobre fondo negro. Vale la pena. Acostada en la terraza, en el suelo. Como siempre, como antaño.

El frescor nocturno obliga a taparse con lo primero que se tercie, una gran toalla (verde). Con la acomodación visual, empiezan a descubrirse nuevos astros, de menor intensidad lumínica. Sobre ese fondo se divisan elementos móviles diversos, transeúntes habituales de ese blog viviente: aviones necesitados de atención, con sus luces parpadeantes; diminutos satélites artificiales, sigilosos, orbitando de forma rutinaria sobre Gaia (otro sistema de autorregulación, como el balance hidroelectrolítico), como cortejándola; cometas (sólo dos y ya me conformo, uno para tí, otro para mí; nunca pedí otro deseo que no fuese el de volver a ver más estrellas), realmente fugaces, en el punto acordado, el habitual.
No me importó no repasar el mapa (siempre he visto carros, más de los que existen), ni buscar Orión, compañera a la hora de acostarme, a la hora de coger el autobús por la madrugada.
Sólo respirar bien hondo.

Fotos d'estiu II

Para mi querido público (se me suben los humos). Pero no se acostumbren, que parecerá la típica escena con las eternas fotos de viaje (las de boda, peor, y realmente me refiero a éstas que a las de viaje) del familiar plasta que las trae a capazos y llegando de día se marcha de madrugada.



Fotos prevacacionales mallorquinas......



El Gorg Blau:





Mi casa desde la otra punta de la bahía (al lado de Puro Beach, sorry Ignacio, pero todo tiene un lado bueno):





Otra foto tomada por allí cerca:





Fotos vacacionales.........



No todo es verde:






jueves, 3 de julio de 2008

Fotos d'estiu

Hoy no me apetece mucho escribir, ¿será que el estrés es el motor de mi vida? No creo. Sin embargo, me gustaría dejar algunas imágenes, para quien guste (típica frase de anuncio de contactos) y, sobre todo, para que, cuando regrese a la rutina, las pueda recordar (aferrarme a ellas como a un oasis perdido en medio del desierto).








martes, 1 de julio de 2008

Caminando (y II)

Caminaba solo, cabizbajo, sin detenerse. No esperaba encontrar a nadie en aquel sendero bien delimitado, de bordes imprecisos. Errante. Ensimismado en sus propios pensamientos. Las manos en los bolsillos, jugueteando con las piedrecitas.
Encontrar a alguien en ese sendero no era lo que esperaba, puesto que era un camino poco transitado. Por ello, avanzaba seguro, descuidado, desprevenido. No vio que se cruzaba con alguien, hasta que fue demasiado tarde.

Caminando.




No s'hi val canviar el final de les històries, perd el seu encant. Em vaig assabentar, després d'haver-la llegida, que John Steinbeck va escriure Las uvas de la ira sense fer cap esborradura, tot un èxit. Les millors idees, les millors paraules, les primeres, aquelles que van irrompre a l'instant precís. Qualsevol (qualque) modificació (com aquesta) és un intent de cercar la perfecció que, malauradament, no existeix.