domingo, 29 de noviembre de 2009

Tup tu ru ru, tup tu ru ru

Ataviado como para ir a cazar osos, con botas de serraje sucias y cazadora de pana, con gorra de visera y camisa de franela, sin olor a nada. Armado del más surtido aparataje. Respirando de manera brusca, pero sin emitir prácticamente ningún sonido.

Se encamina hacia el café a la vera de la carretera. Una vía que, si no fuera por la lluvia, se encontraría polvorienta.
Va pensando, cabizbajo, con los hombros caídos de puro cansancio, pesados, tarareando.

Tup tu ru ru, tup tu ru ru....

jueves, 19 de noviembre de 2009

Vora el barranc dels Algadins
hi ha uns tarongers de tan dolç flaire
que, per a omplir d'aroma l'aire,
no té lo món millors jardins.
Allí hi ha un mas, i el mas té dins
volguts records de ma infantesa;
per ells jo tinc l'ànima presa
vora el barranc dels Algadins.
Vora el barranc dels Algadins
s'alcen al cel quatre palmeres;
el vent, batent ales lleugeres,
mou son plomall i els seus troncs fins.
En ells, milers de teuladins
fan un soroll que el cor encisa.
Qui ori pogués sa xiscladissa
vora el barranc dels Algadins!
Vora el barranc dels Algadins
l'aigua corrent els camps anega;
en sos espills el sol llampega,
i trau l'arròs verdosos brins.
Sona el tic-tac en els molins,
i, en caure el sol, caçadors destres
a joca van d'ànecs solvestres
vora el barranc dels Algadins.
Vora el barranc dels Algadins
mourà demà les palmes l'aire;
li donaran els horts sa flaire,
i sa cantúria els teuladins.
El mas demà guardarà dins
dolços records i imatges belles:
jo no podré gojar ja d'elles
vora el barranc dels Algadins!

lunes, 16 de noviembre de 2009

El carbúnculo azul.

[...]
- No tengo ninguna duda de que soy un estúpido, pero debo confesar que soy incapaz de seguirle. Por ejemplo, ¿cómo ha deducido que este hombre era un intelectual?
Como respuesta, Holmes se puso el sombrero. Le cubría completamente la frente y le llegaba hasta el puente de la nariz.
- Es una cuestión de capacidad cúbica -dijo-. Un hombre con un cerebro tan grande ha de tener algo en él.
[...]

El carbúnculo azul.
A. C. D

domingo, 15 de noviembre de 2009

The box

(Más o menos...)


- Tu casa es una caja.

El coche con el que te diriges al trabajo es una caja.

Y con ese coche regresas a tu caja.

Y cuando mueres te colocan en una caja, donde te descompondrás -

- Visto así suena bastante deprimente...-

(sic)


lunes, 9 de noviembre de 2009

A mí misma me remito y me autocopio y pego...

(Mayo 2008)

Huelga.


Y otra vez lloviendo.... A este paso no harán falta "mini"-trasvases de agua, ni yo me haré morena. Seguiré pálida y horrible hasta el final de mis días. Ahora que llueve me viene a la mente una imagen que por dos días he visto. Aunque tengo coche (moverse en este pedacito adoptivo de tierra es bastante complejo y no soy amiga de los coches de los demás), prefiero el transporte público por muchos motivos, entre otros, porque me permito analizar a otros sujetos de nuestra misma especie y observarlos, desarrollando hipótesis absurdas y demás (esto no me sería posible [el observarlos] mientras conduzco, por el bien de mis convecinos...). El otro día, viniendo de Plaza España subida en el 3 (bendito 3), en el asiento de atrás, junto a la ventana de la derecha (sin connotaciones políticas), mis ojos se desviaron hacia Can Berga (la Audiencia Territorial, que yo sólo he visitado por motivos musicales), donde un bulto reposaba en el suelo, apoyado contra las sólidas paredes. Aquel bulto parecía corresponderse con una persona a cuyo lado, como un estandarte, se erguía un cartón con letras pintadas en grande que venía a decir algo así como que los juzgados y el gobierno vulneraban los derechos de los ciudadanos incumpliendo la Constitución (más o menos, "més o manco", ya dije por ahí que mi memoria no es una de mis mejores virtudes) y que por ello el sujeto (me pareció más bien una sujeta) se encontraba en huelga de hambre. Y ahí acababa la cosa. Ayer regresaba a casa haciendo el mismo trayecto y sentada en el mismo asiento (posiblemente de otro autobús), sin recordar dicho incidente, volví a mirar para el mismo lado y allí seguía el mismo cartel con otro nuevo que indicaba que era el cuarto día de huelga. Sin embargo no vi el bulto. A mi mente vino rápidamente el recuerdo de mi abuelo, del que ya hablé. Recuerdo perfectamente el día que derribaron el muro de Berlín (ahora pintado de vivos colores y del que hice una foto que algún día colgaré). Recuerdo perfectamente que tenía 8 años. Nos encontrábamos en casa de mis abuelos maternos (de los paternos ni tengo ni quiero tener recuerdos). Mi padre, mi abuelo y yo estábamos arriba, con la tele encendida, entorno a la mesa camilla, con el brasero encendido. Mi abuelo en su mecedora (curioso, estaba sentado en la "de mi abuela", cada uno tenía la suya asignada por costumbre, bien lo sabíamos los nietos mayores), ya sufriendo los "indolentes" infartos cerebrales (así me lo vendieron), que iban mermando sus funciones superiores de forma progresiva. Mi abuelo, quien lo último que recordó fue Rusia (a su familia nos fue olvidando, incluso a su nieto favorito, mi primo favorito, y nunca nadie se lo tendremos en cuenta). Por aquel entonces, su memoria, sus actos, ya mostraban indicios de que aquello iría a más, pero seguía razonando de forma que muchos ya quisieran. Allí mirando en directo la pantalla, vió cómo era derribado aquel muro. Miró su dorado reloj de bolsillo y se echó a llorar. No entendí bien qué representaba la caída del muro, pero sé que mi abuelo se dio cuenta que las ideas que él había defendido habían sido sólo eso, ideas y que nunca correspondieron con la realidad. Él lo dijo después en voz alta. La conclusión a la que llegué fue que las ideas eran ideas y nada más. En la mente, cualquier razonamiento es correcto y perfecto. Llevado este punto al extremo, no deberían implicar el daño ajeno o mutuo (y aquí me paro, porque este párrafo podría alargarse hasta el infinito. Ya lo he reescrito varias veces y cada frase queda peor que la anterior. Seguiré la filosofía de Ockham.). Y en eso pensé al ver aquella persona, junto a Can Berga. No sé por qué motivo se encuentra en el suelo, hambrienta, qué ha detonado esta actitud. Y ahora al ver la lluvia vuelvo a pensar en ella, allí, en el suelo, como un bulto, mojándose ella, mojándose sus cartones, corriéndose la tinta y borrando el número de días que lleva en huelga. No vale la pena morir por una idea. PD: dedicado a ETDN por su cumple virtual (gracias por tu inclusión).

miércoles, 4 de noviembre de 2009

[...] Es un inmenso error hacer conjeturas cuando no se tienen datos. Insensiblemente, uno empieza a deformar los hechos para hacerlos encajar con las teorías, en vez de trazar teorías a partir de los hechos. [...]
A. Conan Doyle

lunes, 2 de noviembre de 2009

Niños aeronáuticos

Pensaba yo el otro día, mientras venía (total, para luego volver), en el aeropuerto de Son Sant Joan, a eso de media tarde, y cuando la luz cálida entra a raudales por las grandes cristaleras y te invita a quedarte estática, no moverte y decir: esperen, detengan el embarque, ya cuando esté oscuro, proseguiremos. Huelga decir que esto se ve potenciado si sólo has dormido dos horas y Morfeo, por un lado te acuna, y por el otro Lorenzo te toca la mejilla con su cálida mano. Entonces, sólo entonces, los bancos del aeropuerto junto con la maleta de mano, se convierten en comodísimas camas, que ni el Ritz.

Creo que empecé diciendo que pensaba, cosa por otra parte que cada día me resulta más molesta, porque no hay quien calle a esta mente. Siempre está analizando, maquinando y soñando. No sabe que en el mundo exterior, las máscaras se imponen y los silencios no pesan. Si al menos, se tomara un día de descanso...

Insisto, pensaba, como decía. Seré breve, que el regreso es inminente y el tiempo me falta. Debe ser duro para esos niños que se pasan los fines de semana, maleta arriba, maleta abajo, vuelo de aquí a allá. Sin comerlo ni beberlo, se ven abocados a su reparto semanal acompañados o no. Los ves con cara seria o desparramados por el suelo, exigentes o retraídos. A punto de embarcar, se camuflan con el resto del pasaje, o más bien el gentío les engulle hacia su destino, a saber cuál.
Así pues, en unas horas nos volveremos a ver, si no, ya queda menos para Navidad, que seguró que el número aumentará de manera exponencial.