miércoles, 30 de diciembre de 2009

Heme aquí, de vuelta, retrasada.
Yo y mis circunstancias, de nuevo, como siempre.
Con el típico síndrome de Stocolmo, echando de menos el agobio (parcialmente, aclaro), más cansada y demacrada.
Hete aquí, vete tú a saber dónde.
Helos aquí, sin conocer al esencia misma del por qué de esto, a ellos, entre los cuales me incluyo.

martes, 29 de diciembre de 2009

De musas e inspiración

Se te acabó la inspiración.
Te abandonaron las musas.
Igual es que el tiempo nos agota y nos desgasta.
Igual lo que nos hace falta es resurgir en otro momento o nunca más bien.
Lástima que tus palabras ya no son ni eco de lo que fueron.
Sí, lo que sucede a nuestro alrededor es una pena con patas, una calamidad insertada en un palo una tras otra, una desgracia intolerable y una injusticia divina absurda. Día tras día, tras día, tras día, tras día... y elevado a la infinita potencia y más un día tras día.
Cierto que la huida breve no lo cambiará a la vuelta y que tu gris casiopea quedará debajo de la ventana, pero se te acabó la inspiración. Y te abandonaron las musas.

domingo, 27 de diciembre de 2009

EL Frasco II

- ¿Se fueron?

- Hubo una pelea.

- Necesito entrar.

- La única que tiene llaves es Ramona.

- ¿Dónde está Ramona?

- Se fue.

- ¿A dónde?

- A la casa.

- ¿No va a volver?

- Mañana.

- Mire.

- ¿Qué quiere que vea?

- La caja, ¿la ve?

- ¿Qué caja?

- Una caja en la mesa.

- ¿Qué mesa?

- Contra la pared.

- ¡ Ah, sí! Sí, sí, sí... Ya la veo. Una cajita.

- Es muy importante. La caja la tengo que llevar.

- Sí, pero está cerrado, ¿qué quiere que haga?

- ¿A qué hora llega la dueña?

- Temprano, a la mañana.

- Es muy importante.

- Sí, ya entendí que es para usted muy importante, pero yo no puedo hacer nada, porque no tengo llave, ¿me entendió o no me entendió?

- Sí.

- Sí, ¿qué?

- Le entendí.

- ¡Bah!

- !Pídale que la guarde¡ Cuando paso de vuelta mañana, la busco.

- Yo le digo.

- ¿No se va a olvidar?

- No.

- ¿Me la va a guardar?

- Sí.

- ¿Le va a decir cuando llegue?

- Sí, hombre. Confíe en mí.

- Gracias. ¿Se lo va a decir?

- Sí, hombre, sí, sí se lo voy a decir.

- Mañana paso.

- Ta mañana.



-

El Frasco

- Y, ¿cómo es su nombre de pila, Pérez?
¿Qué pasa, que le hice una pregunta muy íntima que no le gusta contestar?

- Juan.

- Juan.

- Sí.

- Ya me decía, en serio, que se llama Juan Pérez.

- Sí.

- No le creo.

- ¿ Por qué no me cree? Me llamo Juan.

- Porque como que yo le diga que yo me llamo María García. No sé si lo escuchó, pero es muy común. Si una persona es nadie, le ponen Juan Pérez.

- Yo me llamo Juan.

- ¿Seguro?

- Sí. Permiso.
Hasta el final...

http://www.youtube.com/watch?v=kdjvFstKvyk
Me fascina el movimiento que ejerce el líquido en el vaso de porexpán, contra su tapa de plástico, la que impide que se derrame, a pesar del orificio central cuasivalvular. Todo por el bamboleo que le imprimo al deambular. Un movimiento oscilante, sincrónico. Me parece el bombeo del corazón, la sangre latiendo contra las paredes de la víscera. Sólo por caminar. Uno, dos, uno, dos. Y el vaso, tibio, con un ritmo sinusal.
Pero de pronto se para, delante del ascensor. Suerte tiene que se reanima al entrar en él, al salir de él. Sin inotrópicos. De pronto vuelve a detenerse, en la repisa. Ya no sirve reanimarlo, alguien se lo va a tomar.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Que
griten
ellos,
que
yo
ahora
no
puedo
....





sábado, 19 de diciembre de 2009

De ombligos y esas cosas.

- ¿Pero no me tenía que haber muerto a las nueve?

- Pues sí, pero fíjese que le hemos cambiado la hora y no se morirá de asco hasta las diez o diezymedia, por lo menos.

- Y eso, ¿por qué?

- Y qué rayos le importa, ¿que se cree que su vida depende de usted? Pues no, su vida no gira enderredor de su ombligo, sino en el de los demás.

- ¿Y para cuándo está previsto que me mire aunque sea por un día mi ombligo?

- ¿Y qué más da? Su ombligo no le importa a nadie, total ya se muere, para el rato que le queda no sea plasta. Preocúpese del ombligo de los demás mientras tanto.

Notas de la autora:

1 ¿Y por qué sigo yo aquí?

2. El ombligo de alguien que no es el mío va a morir estrangulado (si es que ello es posible).

Ironías de la vida

Este refresco me ha dejado las tripas hechas corazón, digo, trizas. La última lata de la máquina, el último botellín del mostrador, las últimas burbujas atrapadas del día 24 del 12 de 2008. Una bebida caducada sin rastros del sabor que debería tener según publicita la marca. Me ronronea el abdomen, en cuyo interior libran una encarnizada batalla el refresco, el aceite que ahogó al trozo de carne (si lo es) ya muerto, la lechuga deshidratada como un alga prehistórica, el pan enmohecido y el yogur liofilizado. Demasiados frentes abiertos y una única víctima, la carcasa que contiene el juego campal, casualmente la que teclea.

De pronto se callan, firman una tregua, es viernes noche, se quedan a dormir. Nada, pelillos a la mar y la cocina recogida. Falsa alarma, el refresco que caducaba y no quería caducar se porta bien, era un rebelde con causa. El resto del menú, antes de ser concebido y ver siquiera la luz ya era moribundo, no me preocupa, se digería así mismo antes de que mis enzimas lo hicieran ellas mismas, un menú majo por ende, que le ahorra a mis células no sé qué consumo energético celular.

Y Krebs tan contento un viernes por la noche, con una Schweppes en la mano.

Notas de la autora:

1. para la realización de este pseudorrelato, no sufrieron ningún daño los arriba citados: ni el refresco caducado, ni la lechuga deshidratada, ni el pan enmohecido ni el yogur liofilizado. De hecho, los personajes citados son ficticios y no están basados en personas (o cosas, todo hay que decirlo), lugares o circunstancias reales, cualquier coincidencia es pura casualidad.

2. el menú de esta noche no incluía refresco.

3. si ha llegado hasta el final, enhorabuena, valiente lector, se merece usted unas felices vacaciones (a su libre criterio queda si las quiere llamar navideñas, paganas, consumistas, familiares...) y yo unas buenas guardias.

Nota mental: si tengo que escribir disparates como éste para intentar mantenerme despierta, mejor me las callo, que todavía queda mucho por llegar.

jueves, 17 de diciembre de 2009

No eres tú. Te lo repites delante del espejo, una y otra y otra vez. Te miras en él. Ni te reconoces. No eres tú. No puede ser, no puedes ser.
Ahora eres un objeto inanimado, sin alma y sin movimiento. En los secos sustitutos de tus ojos se pierde el recuerdo de tu cara, de tus actos.
No eres tú, ni remotamente.
Sabes que no habrá sudor frío ni escalofríos ante el viento, que los músculos piloerectores no se pondrán en funcionamiento porque no son tuyos, porque no eres tú.
Aunque te mires más, no te encontrarás, no eres tú.

martes, 15 de diciembre de 2009

El dorado I

- Ponte quieta... No te rías.
- Por favor, date prisa, que hace frío.
- Venga, la última, es que da pena...

De fondo, la plaza de les Corts, por la tarde, ampliamente iluminada, tanto que parecía de día. Luces en el cielo, luces en el monumental árbol, luces en las fachadas, luces en los balcones, luces reflejadas en los escaparates y en los ojos de los viandantes. Se diría que era el dorado hecho sustantivo. Un dorado cálido que por unos momentos hacía olvidar el gélido frescor que imperaba en la cuasi invernal tarde.

De frente dos mujeres, vestidas de oscuro, sin más prisa que la que les obligaba el frío. Se apuntaban a sí mismas con una máquina fotográfica, una digital. Dos mundos unidos por una ya reciente obsoleta cámara. El surrealismo hecho real. De fondo la plaza, delante dos mujeres sonrientes, entre medias la cámara y en la pantalla de fondo la plaza y delante dos bultos negros estáticos capturados en movimiento.

Miraban ahora el resultado, decepcionante.

- ¿Me permiten que les haga yo la foto?
- Ay, sí, por favor. Es que es una pena, con el fondo tan bonito, y no nos sale.

El sujeto era un tipo indiferente, de esos que van por la vida sin prisas, de los que no esperan nada de nadie y nadie espera nada de ellos. Les cogió el aparato que ellas le ofrecieron dadivosas, quizás por el frío acuciante. Le gustaba hacer fotos: de gente, de paisajes, de nimiedades... El objetivo oculto: detener el tiempo, atrapar el momento, destacar lo imperceptible y sacar la belleza de lo cotidiano. No se dedicaba a ello de manera profesional, de lo contrario, la obligación empañaría la esencia de libertad que le proporcionaba apretar el botón, no se sentía atado a conseguir la perfección. Ésta vendría por sí misma, sin buscarla, evitando la ansiedad del éxito fallido.

Las dejó quietas y se alejó parcialmente de ellas, retrocediendo siempre con las mujeres enfrente y la plaza detrás. Elevó la máquina. Encuadró el paisaje Se tomó su tiempo. Pulso el botón y la pantalla quedó por unos segundos en negro. De repente se reveló. Una foto que, sin ser perfecta, conseguía el objetivo marcado: las mujeres enfrente, casi a un lado, con caras sonrientes, de fondo la plaza, dorada hasta la extenuación.

Ahora la realidad quedaba perfectamente plasmada en la pantalla.

Ellas, ya contentas pero hartas de una historia que duraba ya demasiado tiempo, le cogieron la cámara. Y sin mirarla y sin darle las gracias se fueron. Era un tipo indiferente.

martes, 8 de diciembre de 2009

En el aeropuerto

Así como los camiones esperan pacientemente, en punto muerto, a la entrada del matadero, bien cargados, hasta los topes y los recovecos más insólitos, de las más diversas expecies, las cuales encontrarán, irónicamente, el mismo final, así pues, digo, así, como en cualquier matadero, así se encuentra este aeropuerto. Atestado de ganado, entre el cual me incluyo, cómo no. Esperando pasar por los cajones y rediles, caminos de una única dirección, sin vuelta atrás, sin necesidad de un pastor que nos guíe hasta el punto final, por más necio que uno pueda ser. Y para matar el tiempo, charlas intranscendentes, relecturas de los ya leídos periódicos, ojeadas al tipo de al lado/enfrente, revisión de los instantes capturados en diminutas cámaras digitales, encendido y apagado de portátiles/mp3/mp4 (siento decirte que no de e-books)...
Sea como sea, como en cualquier parte, como todo el mundo, un comportamiento estereotipado, a todas luces poco original.
Pero esperas pacientemente, a que te llegue el turno, a pasar por el degüello, a que te traten como a una masa de carne que se puede despedazar, después de despojarte de dignidad (zapatos, bolso, cazadora, cinturón...), de quitarte la piel de cordero.
Es un mero trámite, me convenzo, lo de siempre, ya queda menos.
Pero hoy, las circunstancias quieren cambiar, añadirle jugo a la masoquista espera. Les da por el hilo musical; al niño de enfrente le da por distraerse con un verdadero instrumento de tortura cuya función desconozco pero que emite un desagradable pitido, más bien 3 agudos acordes irritantes, siempre con la misma cadencia, que se inscrustan en el cerebro y dan ganas, por un momento, de padecer una afasia de Wernicke (temporal, gracias).
Pero Las Moiras, ávidas por tejer las más intrincadas labores, quieren que esperemos más en este limbo en el que hablar de secuestro no es del todo correcto en cuanto los que aquí estamos lo consentimos y además pagando por ello. De pronto, la megafonía nos informa: el vuelo, nuestro vuelo, se demorará por "ajustes en la actividad de los miembros de la tripulación". Ésta es nueva. Ya no queda ni rastro de aquel retraso por querer permanecer el avión más tiempo en París (que es de donde le suele gustar venir). Hoy no nos puede decir que lo siente porque "je perdú ma plum dans la jardan du ma tant...). Hoy la "plum" la pierde la crew.
Mientras nos morimos de asco, esperando no regresar.

Nota: esta historia podría tener una connotación más positiva si en lugar del regreso fuera la ida, pero no es así, ya se ve. También influye el retraso, el hambre, la maquinola perversa del niño...