sábado, 19 de diciembre de 2009

Ironías de la vida

Este refresco me ha dejado las tripas hechas corazón, digo, trizas. La última lata de la máquina, el último botellín del mostrador, las últimas burbujas atrapadas del día 24 del 12 de 2008. Una bebida caducada sin rastros del sabor que debería tener según publicita la marca. Me ronronea el abdomen, en cuyo interior libran una encarnizada batalla el refresco, el aceite que ahogó al trozo de carne (si lo es) ya muerto, la lechuga deshidratada como un alga prehistórica, el pan enmohecido y el yogur liofilizado. Demasiados frentes abiertos y una única víctima, la carcasa que contiene el juego campal, casualmente la que teclea.

De pronto se callan, firman una tregua, es viernes noche, se quedan a dormir. Nada, pelillos a la mar y la cocina recogida. Falsa alarma, el refresco que caducaba y no quería caducar se porta bien, era un rebelde con causa. El resto del menú, antes de ser concebido y ver siquiera la luz ya era moribundo, no me preocupa, se digería así mismo antes de que mis enzimas lo hicieran ellas mismas, un menú majo por ende, que le ahorra a mis células no sé qué consumo energético celular.

Y Krebs tan contento un viernes por la noche, con una Schweppes en la mano.

Notas de la autora:

1. para la realización de este pseudorrelato, no sufrieron ningún daño los arriba citados: ni el refresco caducado, ni la lechuga deshidratada, ni el pan enmohecido ni el yogur liofilizado. De hecho, los personajes citados son ficticios y no están basados en personas (o cosas, todo hay que decirlo), lugares o circunstancias reales, cualquier coincidencia es pura casualidad.

2. el menú de esta noche no incluía refresco.

3. si ha llegado hasta el final, enhorabuena, valiente lector, se merece usted unas felices vacaciones (a su libre criterio queda si las quiere llamar navideñas, paganas, consumistas, familiares...) y yo unas buenas guardias.

Nota mental: si tengo que escribir disparates como éste para intentar mantenerme despierta, mejor me las callo, que todavía queda mucho por llegar.

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