sábado, 27 de julio de 2013

Passa massa depresa el temps. Fa res, el perdíem, per mi, amb tu, sempre guanyat, tot s'ha de dir. Cal que siga sincera, mai no l'he perdut tant bé amb ningú com amb tu. Ho trobe a faltar, em somric mentre ho pense, i recorde amb claredat el teu somriure tan escàs i preciat, tan furtiu. Cada paraula, cada oració... Cada cançó, cada imatge... Era el millor d'aquell temps, era el que em feia falta amb aquells difícils moments, sola i amb ganes d'escapar d'un tros de terra aïllat. Possiblement haurem canviat, no serem els mateixos, la vida ens haurà castigat o s'haurà dut millor... Ja no hi ha aigua que m'angoixe... Ara em preocupa el silenci d'unes paraules que han mort, sempre ben rebudes, amb estima d'aquell a qui se li ha d'agraïr uns moments d'intensa i innocent il.lusió.

Per tot, estimat escritor, moltes gràcies de tot cor.

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jueves, 27 de septiembre de 2012

¿Te das cuenta que el tiempo pasa? Quiero que pase, quiero retenerlo, quiero obligarle a que retroceda. Quise compartirlo, quise que fuera sólo mío. Quise que fuese, pero no fue. Al menos que avance, que no se detenga.

domingo, 17 de junio de 2012

Tu sempre n'has entés més que jo, tu ets qui sap, jo, queda ben patent, no sé res de res. El cor sempre ha estat la teva especialitat, m'ho deien els teus ulls. I és el meu cor que em fa mal, m'ofega i l'odie. No vull cor.

domingo, 13 de mayo de 2012

La habitación de la posada de El Castillo I

Andaba yo  pensando en cuánto me he traicionado, bueno, no a mí, a mi yo anterior, a mi yo más joven. Cuánto no he hecho, dicho o callado. Acuden estos pensamientos mezclados con otros pensamientos parásitos, que no me dejan, al fin y al cabo, vivir. Cuando cesan, me descubro horas después, aturdida, con la sensación de tiempo perdido absurdamente. Y todo se vuelve en blanco y negro. Me encuentro en la posada de El castillo (libro empezado hace años que, por cierto, no he acabado de leer, mea culpa), ese lugar oscuro y tenebroso, con un teléfono rudimentario al lado de la puerta, viendo el mostrador de la posadera en frente y a su lado las escaleras torcidas que llevan a la pobre habitación, con su grises cortinas, sus grises sábanas, su gris colcha sobre una cama de cabecero enrejado. Mientras tanto, todo está a oscuras, no importa la hora que sea. Sólo hay una cosa que importa, que es el tiempo perdido gastado en esa habitación. El tiempo que no invertí en forjar el futuro que me permití soñar cuando podía, el tiempo en que claudiqué en pos de lo mejor, que resultó ser lo peor.

sábado, 12 de mayo de 2012


Tanto cansancio...


domingo, 22 de abril de 2012





Encuentra el tiempo para bailar solo con una mano alzada.

jueves, 13 de octubre de 2011

Decíamos que hacía frío, que no llegaba la luz, ni el aire. Una oscuridad a medias que invitaba a alejarse. Tu querido ascensor destartalado, aquel que llegaba hasta arriba, a un mundo que te empeñabas en desconocer. Las losetas de las paredes que se mantenían adheridas por obra y gracia de la contuidad temporal, inmunes a cualquier cambio y a cualquier provocación de mejoría. Tu querida puerta, abriéndose y cerrándose, en contra de tu voluntad, al antojo de los extraños que invadían tu mundo. Tu calma herida, reflejada en tus ojos y en el rictus de tu boca, desapercibida para cualquiera que no te mirase. Tus protestas veladas no se oían por la frecuencia a la que las emitías. Tu soledad compartida de mala gana, tu ensimismamiento por el gris, coloreada si acaso, de vez en cuando, para darle vida a algo vivo que sólo se percibía con el botón del play, a tu antojo.
Quién sabe de las mañanas, parecía que por las tardes eras el amo y señor de una mal improvisada caverna, huyendo de lo que había arriba tal vez, agradeciendo una puerta cerrada. Entonces las sombras eran más sombras y los grises quizás diferentes. La paz era más constante, tal vez.
Te recuerdo a oscuras, más bien a media luz, un claroscuro en tu facies, una mirada equívoca, siempre al final de un pasillo, solo e imperturbable, excepto cuando te estremecías imperceptiblemente. Esos momentos congelados en el tiempo, fracciones de segundos que intentaba prolongar, de modo que aún siguen suspendidos en el aire. Sin saber el motivo, tal vez por sentir el privilegio de verte aturdido sin que nadie más lo notase, sí, tal vez más por esto, y sin otra razón.
De acuerdo, no es cierto, sí que había otra. Palabras escritas, combinaciones de ellas, salidas de tu mente, plasmadas a distancia, con personalidad única, aplastante. Llegó el invierno (como en los buenos y en los malos libros) y con el siguiente cambio de estación, mudaste.

Queda tu imagen congelada, pero faltan tus palabras.