domingo, 13 de mayo de 2012

La habitación de la posada de El Castillo I

Andaba yo  pensando en cuánto me he traicionado, bueno, no a mí, a mi yo anterior, a mi yo más joven. Cuánto no he hecho, dicho o callado. Acuden estos pensamientos mezclados con otros pensamientos parásitos, que no me dejan, al fin y al cabo, vivir. Cuando cesan, me descubro horas después, aturdida, con la sensación de tiempo perdido absurdamente. Y todo se vuelve en blanco y negro. Me encuentro en la posada de El castillo (libro empezado hace años que, por cierto, no he acabado de leer, mea culpa), ese lugar oscuro y tenebroso, con un teléfono rudimentario al lado de la puerta, viendo el mostrador de la posadera en frente y a su lado las escaleras torcidas que llevan a la pobre habitación, con su grises cortinas, sus grises sábanas, su gris colcha sobre una cama de cabecero enrejado. Mientras tanto, todo está a oscuras, no importa la hora que sea. Sólo hay una cosa que importa, que es el tiempo perdido gastado en esa habitación. El tiempo que no invertí en forjar el futuro que me permití soñar cuando podía, el tiempo en que claudiqué en pos de lo mejor, que resultó ser lo peor.

1 comentario:

Franco dijo...

Buenas! Está muy bueno esto que escribís, me hace acordar a cuando se me daba por hacer lo mismo, seguís escribiendo en otro lado? Espero que sigas soñando, y termines de leer Kafka, claro!
Saludos.