lunes, 22 de septiembre de 2008

Confieso.

Nadie más lo sabe, sólo tú.

Aunque me torturen, aunque me quieran arrancar la piel a tiras para sonsacarme la información. Que ya has visto que eso se da, pero no daré mi brazo a torcer, que ya son muchos años con el mismo interrogatorio.

Sólo ocurrió una vez y ya lo olvidé. La sensación de quedarse clavado en el suelo, con la maravillosa sensación de quedar en apnea y con el corazón parado. Pero a pesar del aturdimiento, noté que algo no encajaba. Se dejó perder. No me arrepiento.

No te miento. Han pasado años y nunca busqué esa sensación, y han habido oportunidades, sigo sin mentirte, y me han colgado (y lo seguirán haciendo) en brazos (ni lo creas) de otros. Y ahora vuelve, la sensación, cuando se cruzan las miradas, que al final ya me duelen, porque se hacen eternas, vacías y distantes. Y te diría tantas cosas. Y cuando te acercas, quisiera poner mi mano en tu hombro para saber que realmente estás ahí.

Y ya no sé si es que me lo invento y son imaginaciones. Posiblemente lo sea.

Y le doy vueltas a tus últimas palabras, irónicas, que no sé a qué venían. ¿La belleza? Explícamelo, porque me pierdo.

Será eso. Me lo invento.

Recupero tus primigéneas palabras, que ya quedan lejanas, como por arte de magia.

Me demuestro a mí misma con ello que me lo invento.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Es curioso cómo se vende la información. Se nos engaña repetidamente, se nos alarma y se nos desactiva. Las bolsas que suben o bajan, parados arriba o abajo, menos o más accidentes de tráfico con más o menos muertos, seguridades nacionales e internacionales inseguras. Todo va bien. No hay crisis. El caos del control. Balones fuera. Spanair es la responsable, el gobierno es el responsable, la oposición es la responsable.
Viajar en avión es seguro, las probabilidades de estrellarse son mínimas (no quiero hablar de estadística). Gracias a los exhaustivos y minuciosos controles, los viajes son más seguros y cómodos, aunque no puedas dar de comer a tu bebé, aunque te dé un jamacuco por la dichosa glucosa (que AirEuropa ya te dará un caramelito), aunque debas invertir en el aeropuerto para que no te deshidrates. El follow me que te controla. Desconecten sus teléfonos móviles, si desean encender cualquier aparato electrónico por favor, pongánse en contacto con el personal de vuelo. Les rogamos presten atención a las recomendaciones que a continuación les vamos a indicar, por su seguridad.

Y ahora te enseñan el vídeo del accidente, las conversaciones entre el personal del aeuropuerto, restos del avión. La noticia es la noticia. Y muchos muertos son noticia. Y las discusiones peregrinas son noticia. Y la noticia vende.

Pasar a la otra vida puede acontecer en cualquier lugar, en cualquier momento, por cualquier causa. Desde que se accidente tu avión, hasta por tropezar con el bordillo de la acera, pasando por caerte en la bañera.

Vivía en un séptimo piso y nunca me dió miedo el ascensor, ni el balcón de la terraza. Me gustaban y me siguen gustando las alturas, tanto que hubiera sido piloto (San Javier no quedaba tan lejos).

Me encanta volar, me encanta cuando despegas y cuando aterrizas, las turbulencias. Los hormigueos en la barriga (flugzeugue im meine bauch). Ver la tierra desde arriba, cómo se acortan las distancias. Allí arriba, lo terrenal se difumina.

Si el avión se cae, adiós. Pero repito que podría caerme y golpearme la cabeza con un bordillo, no sería la primera que de esta forma diría también adiós.

Hoy que vuelo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

martes, 16 de septiembre de 2008

Te propongo un experimento, sencillo, no es necesario tomar apuntes, no hay riesgo ninguno.

Ahora que hay luna llena. Acércate a mirarla. Verás que ahora hay unas pequeñas nubes que la rodean, pero no la tapan. Ahora, ¿en qué piensas? Vuélvela a mirar. Posiblemente ya no estén esas nubes. ¿Qué piensas ahora?

A mí, lo que me sorprende es que tú y yo podamos ver el mismo objeto, simultáneamente, como millones de personas. Y sin embargo, posiblemente, no estemos pensando lo mismo. Sin embargo, si así fuera, sería sorprendente, aunque nunca sepa en qué pensabas.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Me gusta leer tus palabras, porque es como leer tu mente, como abrir la ventana para que entre aire fresco, pero...

Cerraba la ventana, cuando de repente un vendaval la abrió con violencia, de manera súbita, imperdonable. Los cristales hechos añicos, cubrían ahora el suelo, pequeños, brillantes, desiguales. Aquella noche ya no podría cerrar la ventana, el frío se colaría por la habitación sin contemplación.
Sólo sería una noche.
Al día siguiente mandaría llamar a a alguien para solucionarlo


sábado, 13 de septiembre de 2008

Cuando te asomas por la ventana

y ves que puedes coser el sudoeste con el noreste,

mezclar un ácido con una base sin que reaccionen,

unir vapor a un sólido

o viajar al futuro desde el pasado,

puedes caer en el error de creerte un ser omnipotente.

Aunque desde luego, si lo logras lo eres...


jueves, 11 de septiembre de 2008

Quan era lliure, d'això ja fa molt.... Que seria més fàcil parlar de la fi del món, l' autodestrucció, de forats negres, de partícules invisibles, de morts injustes o de vells somnis. Però no deixe de pensar que no fa molt era lliure i per uns moments dominava el meu destí.

Ací, als estius, la calor ofega literalment i es torna més insoportable si li afegeixes la humitat, una barreja mortal. Si ve vent de ponent estàs venut. És una sensació desesperant, anguniosa. Des de bon matí. De la dutxa de fa una hora et queda un record llunyà, pareix que han passat dos dies d'ençà. Les zones d'ombra desapareixen. Malgrat això la vida continua.


L'unic refugi són les cases. I això se sap des de fa anys. El casc antic és la prova tangible. Una mena de casc antic estil Palma, però amb la diferència de les greus pendents, que una cosa és voramar i un altra la falda d'una muntanya. Edificacions de parets grosses i finestres menudes amb grans portals, sostres de canyís, "brincalets" de pedra i balcons torts. Persianes de madera pintades. Cortines de punt. Les unes sobre les altres produeixen carrers estrets. I la humitat que brolla des del sòl (a la ciutat de les mil fonts) es fa notar en la pedra calcàrea de les parets emblanquinades o de colors, amb forma de grans dianes blanques (que no tot són cranis) en el millor dels casos.

Si ho sumes, ho tens, més frescor.

Llàstima d'hiverns.


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Cuando una era libre, de eso hace ya mucho...

Aquí, durante los veranos, el calor ahoga literalmente y se vuelve más insoportable si le añades la humedad, una combinación mortal. Si viene viento de poniente estás vendido. Es una sensación desesperante, angustiosa. Desde buena mañana. De la ducha de hace una hora te queda un recuerdo lejano, parece que han pasado dos días desde entonces. Las zonas de sombra desaparecen. A pesar de ello la vida continúa.

El único refugio son las casas. Y eso se sabe desde hace años. El casco antiguo es la prueba tangible. Una especie de casco antiguo estilo Palma, pero con la diferencia de las graves pendientes, que una cosa es cerca del mar y otra la falda de una montaña. Edificaciones de paredes gruesas y ventanas pequeñas con grandes portales, techos de cañizo, escaloncitos de piedra y balcones torcidos. Persianas de madera pintadas. Cortinas de punto. Las unas sobre las otras producen calles estrechas. Y la humedad que mana desde el suelo (en la ciudad de las mil fuentes) se hace notar en la piedra calcárea de las paredes encaladas o de colores, con forma de grandes dianas blancas (que no todo son cráneos) en el mejor de los casos.

Si lo sumas, lo tienes, más frescor.

Lástima de inviernos.


sábado, 6 de septiembre de 2008

Los pensamientos de otros.............




Mario Viñuela. Pienso, luego existes.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Cuento

Con la cara ensangrentada, sangre ya reseca, que era lo que más le molestaba por la tirantez de las heridas más que por las heridas en sí, corría. Sin detenerse por un instante. La producción de sudor era cada vez mayor. Y qué decir de su pulso, acelerado, como su respiración. Y no podía dejar de correr, a pesar del frío y de la humedad, del dolor o la fatiga. No miraba atrás, porque lo importante era avanzar.

Mientras, Tadeo, le miraba orgulloso y altivo desde la vitrina, sin inmutarse. Eso era lo que más le gustaba.
Vivía en una tienda de antigüedades, durante el día con los propietarios del establecemiento, durante la noche solo. A veces creía que se aprovechaban de él, que le utilizaban, pero poco importaba, porque tenía un techo que le cubría la cabeza y su trabajo, o lo que él consideraba que era su trabajo, no le tomaba mucho tiempo. De todas formas hacía lo que le venía en gana. Tadeo era, para opinión de muchos, un tipo con porte y elegancia natural, sin embargo su mirada indiferente y sus lentos y estudiados movimientos hacían que a, pesar de su aspecto, fuera si no repulsivo, al menos, molesto. A los empresarios no les quitaba el sueño, todo estaba en su sitio, ninguna pieza se rompía, no había polvo y él aportaba una clase que otras tiendas desearan. Tampoco era exigente, por su trabajo sólo recibía comida. Se sentían como unos satisfechos protectores, cuidaban de una vida que no daba ningún problema.
El modus operandi de Tadeo siempre era el mismo. Tras un espartano desayuno, daba lentas y sinuosas vueltas limpiando el polvo que alcanzaba; una vez se sentía cansado, se detenía en la vitrina, lleno de objetos cuidadosamente expuestos y de fragilidad extrema. Se sentaba con suma elegancia en el centro del expositor, cubierto por una tela roja de raso, y, sin pestañear en ningún momento, estático y altivo, miraba hacia fuera, sin un punto fijo, como si mirara la nada, como si para él el tiempo fuera a distinta velocidad que para el resto de los mortales, como si pudiese vivir eternamente, todo a través de sus ojos ambarinos. Así podía pasarse horas y horas. Quieto, inmóvil, ceremonioso. Por ello, el vulgo, cuando miraba extasiado el género, no se percataba de su presencia. Era como algo que debía estar, decorativo, como las flores de plástico que llenaban el jarrón. Por eso se sentía importante, al darse a conocer. Siempre aprovechaba cuando el público era escaso, porque es cuando más indefensos se sienten. Cuando mayor es la humillación y la rabia. Porque si fueran muchos, lo que sucedería es que el pánico, aunque inicialmente igual de intenso, perdería rápidamente fuerza y se convertiría en burla y risas. Así aprovechaba aquellos incautos solitarios que miraban largamente la vitrina que, de tanto tiempo que llevaban, perdían la noción del tiempo y del espacio. Él, súbitamente, en el centro, pero con la cabeza ladeada, rotaba su cráneo, como si estuviera poseído, sin mover el resto de su ancho cuerpo, hasta el punto en que sus felinos ojos se clavaban en los del incauto. Se le había pasado por alto (para unos, para otros formaba parte del atrezzo). Y Tadeo se sentía feliz, porque vislumbraba la facies de terror y la mirada confusa, el sudor frío, la modificación pupilar, el engarrotamiento de las extremidades e, incluso creía en ciertas ocasiones, sentir los latidos fuertes que traspasaban el cristal que les separaba. Lo que durara el ataque de pánico ya dependía del sujeto. Pero había logrado que niños lloraran, adultos gritaran, mujeres se desmayaran, ancianos sufrieran infartos (poco importa el territorio afectado).

Aquel día, fue el mejor. La víctima contemplaba una lámpara huracán que, lejos de estar colgada, se hallaba inclinada y sobre el expositor en el lateral izquierdo. Una lámpara de fino cristal poco trabajado con sujeciones de un dorado metálico. A pesar de que allí se acumulaban otros objetos, el objeto de deseo para la víctima era aquello, el resto sólo eran máculas informes que adornaban el escenario. De repente, una de las manchas se gira y posa su mirada de manera insolente. La lámpara ya no es el punto focal. De nuevo, el pánico. De nuevo otro sistema simpático que se activa, inmovilizando a la vez que activando al sujeto. Éste intenta analizar qué es lo que ocurre, su cuerpo quiere girar y echar a correr, sus pies no están preparados y reciben la orden de manera precipitada. Atáxicos, erráticos. Tropiezan. La víctima cae. Traumatismo craneal. Pequeña pero escandalosa herida incisocontusa. ¿Sintronero?
Con la cara ensangrentada, sangre ya reseca, que es lo que más le molesta por la tirantez de las heridas más que por las heridas en sí, corre. Sin detenerse por un instante. La producción de sudor es cada vez mayor. Y qué decir de su pulso, acelerado, como su respiración. Y no puede dejar de correr, a pesar del frío y de la humedad, del dolor o la fatiga. No mira atrás, porque lo importante es avanzar.
Mientras los dueños de la tienda consuelan a su pobre gato. Y Tadeo le mira altivo desde su vitrina.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Quan no hi han paraules...

Cuando no hay palabras....