jueves, 30 de octubre de 2008

Mancha

Que una mancha sirva de pretexto para acordarse de alguien es algo para asombrarse. Una mancha informe, ya sea o no detestable.
Y no es que la mancha se parezca, sino que sirve de conexión entre dos conceptos distintos: una mácula, un individuo.

Ser la mancha en persona, querido.

viernes, 24 de octubre de 2008

jueves, 23 de octubre de 2008

miércoles, 22 de octubre de 2008

martes, 21 de octubre de 2008

Sombra

Que una vez tuve sombra es cierto. Tan cierto como que me acompañaba allí donde fuese. Compañera discreta y fiel, allí estaba ella, avanzando en cada uno de mis pasos, que eran como los suyos, testigo mudo de todo cuanto acontecía.
Nunca tuve conocimiento del momento exacto en el que apareció, no creo recordar que me la encontrara, sí que creo que la estrené yo.
Por las noches, a no ser que encendiera la lámpara de la mesita, se desvnecía, o al menos se mimetizaba con la oscuridad de la habitación.
Que un día desapareció mi sombra es cierto. Con ello acabó todo.
Por favor, si la encuentran, avísenme, que la echo de menos.


lunes, 20 de octubre de 2008

Con el recuerdo todavía del cálido roce de las sábanas, intentó subir el estor, para encontrar algo de luz del exterior. Si la había, era muy tenue, o bien es que la apertura de sus ojos no era completa. De todos modos, no veía nada a través de la ventana, que extrañamente le quedaba excesivamente alta. Sin embargo, allí afuera, allí abajo, había vida, porque se oía el tres, gente riendo a deshoras que no parecían recién levantados o el camión de descarga.
Un escalofrío matutino por el leve contraste térmico entre el interior de la cama y el exterior.
Sin embargo, había algo que no encajaba. Porque la cama parecía ser más grande, así como la pequeña habitación.
Se dirigió al balcón. Las cortinas del ventanal resultaban pesadas y, aunque pudo retirarlas, de nuevo no alcanzó a ver a través del enorme cristal.
Tal vez seguía en un estado de ensoñación. Por eso fue al cuarto de baño e intentó encender las luces. El interruptor parecía más grande y estar más elevado.
Siempre que entraba en el baño y encendía las luces, lo primero que veía era su monótona cara reflejada en el espejo. Pero hoy no podía. El espejo quedaba demasiado alto y apenas sí acertaba a distinguir un pequeño revoltijo de pelos que parecían ser los suyos, pero cuyo color no era el habitual. Ni siquiera alcanzaba la pasta de dientes que quedaba sobre la repisa.
Ahora ya no quedaba ni el recuerdo de las sábanas. Sólo desesperación.
Desistió del uso del cuarto de baño y volvió a la cama, con la idea de sentarse y tranquilizarse por un momento. Pero el borde tenía una altura que no le permitía sentarse normalmente, teniendo que impulsarse para hacerlo.
Con la cabeza entre sus manos, la barbilla casi tocando su pecho y cara de resignación, se puso a pensar. ¿Qué era lo que fallaba? ¿Por qué nada estaba a su alcance? ¿Por qué no veía a través de las ventanas? ¿Por qué en cada movimiento que había hecho hasta ahora lo acompañaba de un leve quejido?
Así las cosas y tras mucho meditar, cayó en la cuenta que ya no tenía por qué madrugar.
Hacía tiempo que disfrutaba (?) de la jubilación y su médico de cabecera ya le había advertido que sobre su escoliosis de toda la vida se añadía una ya no tan incipiente osteoporosis. Mañana le operarían de cataratas.

domingo, 19 de octubre de 2008

Cuatro meses o, lo que es lo mismo, cuatro semanas, son tiempo suficiente para reescribir una vida o, de otro modo, cambiar el cristal con que se mira, sin capitular.

Parado. En movimiento.

Sobre todo.

Un giro inesperado en la prosa que no traduce sino éso, un giro que no estaba previsto pero que no tiene un objetivo final. Como cuando, según dicen, el cerebro, ante una falta de información se la inventa para tapar los agujeros negros que empañan nuestro campo visual. ¿Y qué sucedería si en verdad no fuera todo más que un agujero negro y la realidad una invención de una mente aburrida?

Se decía esto mientras quedaba debajo de sus manos la piedra caliza grabada de la almena que mira al puerto. Otra vez.
No soy ni la sombra de lo que era...


sábado, 4 de octubre de 2008


-¿Entiendes este verso?
-Hago más, le sobre-entiendo.
-Así ha de ser, sobre-pásale
Y vuela sobre el sentido.


Jacobo Sureda, pres (amb total llibertat) de http://es.geocities.com/kirigirisu2002/haikai.haiku.html