domingo, 28 de febrero de 2010

Canción pseudomedieval

Estaba el tipo
a lomos de su raudo jamelgo,
cuando lontananza
divisó una mancha.
Presto a aquella visión,
no tardó en divisar
lo que en verdad era aquello.
Una moza mal vestida
que un cántaro esgrimía
mientras su sucios cabellos
con el oreo ondulaban.
Aminoró su paso
ante semejante escena
no se asustase la de las greñas.
La joven que ya se había percatado
con desdén rezaba que no parara.
Pero como Dios es inmenso
lo que nadie quería pasó.
El caballero, una vez llegado,
paró y, no sólo eso,
sino que desmontó.
Es sólo para que abreve el córcel,
pensó él.
Ahora verás que me empozoña el agua,
pensó ella.
Descorteses ambos, ni se saludaron.
El rocín, preciado más bien por su testa
que por su hilarante porte,
convino consigo mismo
que no bebería aquella pestilencia.
El caballero estupefacto y enojado,
montó de nuevo raudo.
La joven pensó,
inservible para esta historia,
menos mal que el autor
no pretendía ser celestino,
no se me meta en esas lides
que aquí ya sobran los batracios,
ea ya lo he dicho.

miércoles, 10 de febrero de 2010

¿Cómo hablaría Kafka sobre el vacío, sobre la nada infinita? No lo haría de manera directa, si quiera al menos la bordearía, por la tangente.
Se subiría por la pendiente mientras bajaba, como lo hacen los pensamientos, que no fluyen sino discurren como flujos de aceite que se desparraman con el frío y se encojen con el calor que no existe a pesar de lo que digan.

viernes, 5 de febrero de 2010

Volver a los orígenes

“La existencia del escritor depende realmente del escritorio; si quiere sustraerse a la locura no puede nunca alejarse realmente del escritorio, debe mantenerse aferrado a él con los dientes si es necesario”

Franz Kafka