sábado, 20 de noviembre de 2010

Cómo describir esto sin caer en la más agobiante cursilería. No puedo, aún me queda algo racional, el censor de lo almibarado, la guillotina de la glucosa.
Por eso no lo describo, simplemente lo siento.

miércoles, 13 de octubre de 2010

La princesa prometida. Dentro de su mundo gris y narcótico, casi en estatus no convulsivo, y con final feliz a pesar de ello. Como en una ensoñación, los árboles del bosque se hallan tristes. Los troncos, de tanta humedad, son de un negro resabaladizo y opresivo. La luz no entra ni por asomo y el verde se torna grisáceo sin suponer ninguna molestia.
E incluso, con todo ello, al final, cuando todo acaba bien y la joven de ojos alicaídos recupera el azul mar que envuelven sus pupilas y las mejillas rosadas, se echa en falta ese otoñal bosque, porque de calor y sequía también se muere.

Me acuerdo de este ñoño y denso cuento por culpa de los pinos mojados, del frío que traducen, de las lluvias que van y vienen. Porque todo tiene un final. Dentro de nada, no habrá árboles en mi ventana, ni camiones de basura en la madrugada tronantes (¿de felicidad?), ni balcones de aspecto hotelero, ni niebla allende las pseudomontañas.
Y me alegro que todo tenga un final, aunque el final ni de rebote se acuerde de mí. Siempre quedará el recuerdo manipulado de lo que se quiso, siempre podremos tergiversar el final. Pero, y aún así, lo dicho, ansío el final.

Por todo, ea, aquí una de mis últimas divagaciones guardianas.

domingo, 8 de agosto de 2010

Me prodigo en lo que divago, ensoñando lo que siento.
No hay dunas más molestas que aquellas que tapan el horizonte, la tierra estable lejos de esta hostil y fría tierra.
El subsuelo de este corcho a la deriva no me merece la confianza necesaria y a él encomiendo mi vida o, al menos, mi gravedad o, más bien, mi masa.
Que mi calendario ya sólo versa en semanas y mi mente comulga en horas, pensando en mi esperado naufragio, expuesta a las inclemencias metereológicas, sobre todo, vientos racheados y huracanados que soplan de todas partes.
Y aunque se hunda la balsa, mejor hundirse que enterrarse en vida, siempre que sea lejos, lo suficientemente lejos.

domingo, 27 de junio de 2010

De oportunidades y otras cosas

Qué ganas tengo que el viejo fósil la diñe. No veo el momento de que eso suceda, pero cuando ocurra, seré libre. Y bailaré sobre su tumba, y quemaré su cama. No dejaré vestigios de su existencia. Nadie le recordará, aunque me temo que ya no lo hacen, porque para muchos ya dejó de ser y para otros ni siquiera está.

Toma nota, viejo fósil, que no descanses en paz.


Carta manuscrita hallada en el interior del libro "Biografía de mí o cómo ser un buen y rico descendiente".

sábado, 19 de junio de 2010

Nunca fui quien ahora soy. Sus pesadillas me confunden y, si bien no las recuerdo como mías, me despiertan en la noche. Las sueño a ritmo de reproductor y con definición a media resolución. Y cuando, consigo zafarme del mal recuerdo, abro los párpados para ver unos ojos inexistentes que me miran, inertes, fríos y sombríos, la sopa boba del pobre, la ración de más del amigo de menos.
Hasta luego, Saramago.

martes, 15 de junio de 2010

Diario de un investigador: Monopolo magnético

Es cierto, he creado un monopolo magnético, tras años de ardua investigación, en busca de mi santo grial. El concepto de perpetum mobile espoleó mi alma, me apretujó contra la espada y la pared, deseando crear el primer artilugio que se moviese por sí mismo, sin necesidad de una fuerza motriz y sin que se viese perturbado, de forma infinita sobrepasando los tiempos. En esta búsqueda centré mi esencia, mi cuerpo y mi mente, mi tiempo, mis años.
La excitación dio lugar a la felicidad, ésta a la incertidumbre, quien a su vez me llevó al hastío y ello al odio.
En este intrincado resumen de mi vida, como científico que soy, tras algoritmos que plasmo en mi trabajo pendiente de publicar, descubrí, por casualidad (¿no sucede esto siempre a los mejores en el campo de la investigación? Años de vida tirados a la basura, para que el hallazgo del siglo sea consecuencia del azar), así, como quien no quiere la cosa, que por este sacrificio en pos del movimiento infinito, me había quedado solo, sin ejercer atracción sobre ninguna partícula, sin repeler a polos de mi misma condición. Efectivamente, he creado el primer monopolo magnético viviente.

sábado, 12 de junio de 2010

Sinceramente era horrible. Rojos anaranjados gritaban desde el lienzo, como si a éste lo hubieran descarnado, haciéndolo sangrar y retorcerse de dolor, allí expuesto, de cara a la galería. Si alguien hubiese tenido la amabilidad de no mirarlo, el horror tal vez fuese menor, como un bálsamo, como un calmante y fresco soplo en una herida reciente, caliente y pulsátil. Cierto es que lo mejor habría sido no darle la vida y entregarlo así, desnudo y espeluznante, para exponerlo a expensas de un orgullo injustamente henchido de su creador. Pero ya no había vuelta atrás, la criatura había nacido y se esperaba de ella que fuese el no va más en cuanto a innovación.

Y la criatura sabía que despertaba dos enfrontadas pasiones: la del asco más absoluto y la del fervor más sorprendente. Críticas de todo tipo llovían desde todos los rincones.

Gracias a la providencia, que todo llega a su fin. Extrañamente las llamas sólo acabaron con aquel espantoso y avergonzado cuadro.

....


"Y todo había sido como tiene que ser el arte, inconsciente, ideal y lejano."
Mao Qiang y Li Ji son lo que la gente considera belleza, pero si los peces las ven se hunden en las profundidades; si las aves las ven, se van volando en el aire; si los venados las ven, se van galopando. De los cuatro, ¿quién sabe lo que es verdaderamente bello en el mundo?

Chuang Tsǔ.

martes, 8 de junio de 2010

Menos trescientos cuarenta y ocho...

y descontando hacia delante.

domingo, 25 de abril de 2010

Minilibro III de III : Conclusión final

Te escribo otra historia en menos de un minuto, más o menos, así, sin pensar, una, dos y tres, y alehop.

Una historia con principio, con relleno y final. ¿Ves? Es fácil, se escribe sola, yo ni escribo, es el teclado que se mueve. Pero quien quiere escribir soy yo, y tú quieres la historia, yo sólo necesito escribir. ¿Ves? Ya casi está la historia, pero pasa el minutero, Cuando quiera, puedo parar y decir, hasta aquí. Me paso del minuto y ya tengo una historia, quiero escribir.
Sí, te cuento otra historia, ya no quiero leer, todo es lo mismo. Se repiten, una y otra vez. Y es que creo que ya está todo de sobras escrito. Buscan, buscamos, originalidad.
Craso error, las historias pierden su encanto. Frases absurdas, ideas delirante, cacofonías escatológicas... Se suceden unas detrás de otras. Pero venden y sustentan a quienes lo escriben. Bien, pero ya no leo, sólo oigo las voces de las señoras del pasillo, intentando recordar aquel gran libro que nadie pudo superar

Minilibro II de III: Las señoras del pasillo

Las señoras cotorrean, por el pasillo, hablan en voz alta, casi gritanto. Se ríen fingiendo seriedad. Ufanas elevan la voz las unas sobre las otras. Y casi aceleradas, se saltan palabras o letras, hablando de corrido. Nadie tiene más razón que ellas, las señoras del pasillo. Y aunque no las veas, porque cierras la puerta, quieren que sepas que están. Y te las imaginas, los brazos conteniendo sus abultados estómagos, elevando a la vez sus senos, con la mirada autoritaria, bien hacia arriba y sin pestañear, con labios finos que se entreaben para emitir graznidos. Y parlotean, parlotean sin cesar. De pronto, el silencio. Cogieron el ascensor.

Minilibro I de III: El libro perdido

¿Te acordaste de abrir el libro, antes de ojearlo?
¿Recuerdas, acaso, si sólo miraste la portada?
¿Estaba sobre la mesa o en el estante?
¿Te lo dio alguien o lo encontraste como si nada?
¿Oíste hablar de él o tal vez le comunicaste a alguien tu hallazgo?

No recuerdo nada de ello, ya te lo dije antes. Olvidé los detalles, el cómo, el cuándo, el dónde, el porqué... Ni siquiera recuerdo el argumento.

¿No? ¿Y entonces?

Sólo sé de la sensación que me dejó mientras lo leía y cuando lo terminé. Primero sensación de plenitud y luego de vacío, desasosiego. Nunca hallé nada parecido. Y, aunque mi mente no tomó nota de las palabras, aunque nunca supe más de aquella obra, sé que nunca volveré a sentirme tan feliz.
Sólo me queda el recuerdo de lo olvidado, que ya es más de lo que a mi alcance queda.

martes, 20 de abril de 2010

"Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro"


Para las que están y para los que ya no están.

martes, 23 de marzo de 2010

Gota a gota sobre la frente. Gotas frías. Una tras otra. Indoloras, inodoras e incoloras. Caen, con una cadencia predeterminada. Y siguen, sin parar. Gota a gota, sobre la frente. Siguen cayendo, una a una, a las cuales les siguen puntuales y fieles compañeras, como en procesión. Su pequeñez les confiere atermicidad (¿neologismo?) pero su sucesión constante incrementa la fuerza. Ya han pasado los primeros minutos, soportables, se siguen los cuartos, cansinos, acontecen las horas, crispantes. Y sigue lloviendo sobre el mismo punto, a dos centímetros del nasion. Caen, caen, caen... Ya cansa, pero caen... Enerva y caen, caen... Sólo queda evadirse, sí, contar nubes, nubes algodonosas, cargadas de agua, agua evaporada, el agua que cae sobre la frente y se evapora. Mejor, explotemos las nubes...


miércoles, 17 de marzo de 2010

Ratas

Ratas, ratas, ratas por doquier... Ratas que matan, que descarnan, que acuchillan, que roban, que mienten, que engañan, que apuñalan por la espalda. Ratas que acorralan, que rehuyen, que desvían la mirada.
Roedores de mala muerte que se arrastran como reptiles y que hieden como mofetas, remolonean antes nuestros ojos y se avalanzan por sorpresa ante sus víctimas si huelen su sangre fresca.

Sin embargo, su arma secreta radica en que no se puede huir de ellas, se camuflan, se venden como cándidas almas. Nada las delata.

domingo, 7 de marzo de 2010

Sólo la arrogancia humana puede imaginar que el mensaje se dirige a los hombres.

martes, 2 de marzo de 2010

"Cuando efectuaba yo los pases magnéticos, entre gritos de «¡Muerto, muerto!», que hacían por completo explosión sobre la lengua, y no sobre los labios del paciente, su cuerpo entero, de pronto, en el espacio de un solo minuto, o incluso en menos tiempo, se contrajo, se desmenuzó, se pudrió terminantemente bajo mis manos. Sobre el 1echo, ante todos los presentes, yacía una masa casi líquida de repugnante, de aborrecible putrefacción. "

La verdad sobre el caso del Señor Valdemar

domingo, 28 de febrero de 2010

Canción pseudomedieval

Estaba el tipo
a lomos de su raudo jamelgo,
cuando lontananza
divisó una mancha.
Presto a aquella visión,
no tardó en divisar
lo que en verdad era aquello.
Una moza mal vestida
que un cántaro esgrimía
mientras su sucios cabellos
con el oreo ondulaban.
Aminoró su paso
ante semejante escena
no se asustase la de las greñas.
La joven que ya se había percatado
con desdén rezaba que no parara.
Pero como Dios es inmenso
lo que nadie quería pasó.
El caballero, una vez llegado,
paró y, no sólo eso,
sino que desmontó.
Es sólo para que abreve el córcel,
pensó él.
Ahora verás que me empozoña el agua,
pensó ella.
Descorteses ambos, ni se saludaron.
El rocín, preciado más bien por su testa
que por su hilarante porte,
convino consigo mismo
que no bebería aquella pestilencia.
El caballero estupefacto y enojado,
montó de nuevo raudo.
La joven pensó,
inservible para esta historia,
menos mal que el autor
no pretendía ser celestino,
no se me meta en esas lides
que aquí ya sobran los batracios,
ea ya lo he dicho.

miércoles, 10 de febrero de 2010

¿Cómo hablaría Kafka sobre el vacío, sobre la nada infinita? No lo haría de manera directa, si quiera al menos la bordearía, por la tangente.
Se subiría por la pendiente mientras bajaba, como lo hacen los pensamientos, que no fluyen sino discurren como flujos de aceite que se desparraman con el frío y se encojen con el calor que no existe a pesar de lo que digan.

viernes, 5 de febrero de 2010

Volver a los orígenes

“La existencia del escritor depende realmente del escritorio; si quiere sustraerse a la locura no puede nunca alejarse realmente del escritorio, debe mantenerse aferrado a él con los dientes si es necesario”

Franz Kafka