miércoles, 25 de junio de 2008

La otra mejilla


Aprovechando el otro día (de libre asueto) se me ocurrió hacer una visita prevacacional (de caire) cultural y visitar Es Baluard. Como no había prisa decidí pasar primero por la zona centro. Y así, caminando, caminando, llegué hasta la Catedral. Entré. El calor allí desaparecía, para quedar un ambiente térmicamente neutro, incluso fresco. Pero lo que yo iba buscando, de manera inconsciente, era tranquilidad y no la forma de evitar encender el aire acondicionado. Hacía muchos años que no oía un sermón. Sin embargo me quedé. Inicialmente no tenía intención de escuchar, sólo dejar de pensar. El olor tenue a incienso me recordaba a otros tiempos. Lo más impresionante, el lugar. Si tuviese que escoger, me quedaría con mi Seu, pero he de reconocer, que ésta no se queda atrás. El sol entraba de manera libre a través del rosetón, filtrándose por entre sus cristales de colores e incidiendo de manera directa sobre los metálicos tubos del Órgano mayor, que de vez en cuando arrancaba tristes notas, con alegre iluminación como contraste. Sobrecogedor.

Tranquilidad. Y de fondo, el murmullo sectario, una palabra tuya bastará para sanarme... De corrido y sin pensar.

Me apoyé sobre uno de los pilares con intención de marchar pronto, pensando que llevaba una camiseta con tirantes que dejaba los hombros al aire y con un chicle en la boca (Oh! pecado hasta hace unos años. Castigo de Dios: sin nada al descubierto, sin nada en la boca, sin apoyarse [vuélvase a leer otra vez, pero con entonación al estilo "yo yo quiero un cuchillo"]), como la mayoría de las allí presentes. Pequeña venganza.

De repente, habló el sacerdote de nuevo y de manera perfecta pude escuchar sus palabras: el hombre moderno (desde siempre en contra de la modernidad, el pasado está repleto de tiempos modernos que en el futuro quedan obsoletos) vive con miedo, se siente infeliz y tal y cual (la cancioncilla de siempre). Entonces me quedé boquiabierta, sus cuerdas vocales dejaron escapar el aire modulado: "La creatividad nos hace más rígidos". ¿Era eso lo que realmente había escuchado? Aquel hombre, rodeado de arte (con fines no necesariamente estéticos), desde las vidrieras, a las columnas góticas, pasando por el barroco órgano y acabando por la contemporánea reforma de Barceló se atrevió a soltar aquella frase, encadenada a otras, que salían de su boca de manera informe, tediosa. Acabó aquello y salí "contenta".

Pero bueno, para gustos los colores. Ponga usted la otra mejilla.


Callejeando llegué hasta Es Baluard. Tras pagar religiosamente la entrada (a pesar que el pobre hombre de detrás del mostrador me insistía con: "¿Seguro que no es estudiante? ¿Y Carnet Jove? ¿Seguro que no tiene derecho a descuento? Que me dieron ganas de darme por vencida, pero para tozuda yo. Igual que como con los pacientes: Oy.. Oiga y, ¿seguro que es médico (con cancioncita mallorquina)? ¿Que no es muy joven? Y yo ahí, pues sí señor/a, lo de su familiar es bastante grave y hay posibilidades de que le queden como secuelas... Y se resignan, ya da igual que sea joven o vieja.).

La verdad es que se estaba fresquito también. Ahora tocaba luz diáfana, sin misterios ni sombras. Lienzos, la mayoría de los cuales no me decían nada, sólo creatividad expuesta (para Miró, según la audioguía, una obra de arte que te produce la misma sensación que un puñetazo en la cara [en la mejilla], puede considerarse una obra de arte). Un Sorolla, entre artistas catalanes, que me dejó indiferente (otra recomendación desde aquí: la exposición itinerante de Sorolla i Bastida de Bancaixa no tiene desperdicio, impresionante) con las meijllas intactas. Hasta que llegué a la parte dedicada principalmente a Joan Miró. "El vol de l'alosa, primera aurora: Fugim de pors complexes i cerquem / sols un doll d'aigua clara. // El vuelo de la alondra, primera aurora: Huimos de miedos complejos y buscamos / sólo un chorro de agua clara." Curioso. Clarificador. Si el párroco de antes, que basaba su sermón en el miedo del hombre, hubiera leído estas palabras protegidas por el cristal, se habría escandalizado, quizá más que yo al oirle a él. ¿Tendría él la otra mejilla libre?


Lo mejor del museo, las vistas desde la terraza.


PD: la única obra que me golpeó la cara fue Lebanon, de la Exposición Nomad (J. Martin), que no es la que sigue, pero casi.



(Óleo sobre aluminio)

2 comentarios:

__ dijo...

Las Catedrales y muchas iglesias son lugares ideales para encontrarnos y celebrar la vida, pero hay unos señores, que ahora vuelven a llevar sotana, que se empeñan en jodernos la existencia. Al menos la entrada es libre...

Me dejas muchas cosas pendientes para mi próxima visita a Palma.

La alondra busca el agua para el nido, me encanta verlas y seguirlas con la vista.

Besos, Ignacio

eldiaridekafka dijo...

Las iglesias tienen una solemnidad que ya no se disfruta en otras partes. La entrada es libre, pero me sorprende que tengan un horario y, de hecho, muchas muy reducido.

PD: te iré informando de más novedades de las islas, pero de momento disfruto de la península.

Un abrazo.