miércoles, 11 de junio de 2008

Día absurdo

Un trueno, típico de agosto, descargando su ira en pleno mes de junio.
Torrentes violentos de agua desfilando calles abajo.
Me calo hasta los huesos, hambrienta (como los pescadores de los que hablé).
De nada me sirve el paraguas.
De nada me sirve el 46.
Me chorrean las zapatillas y las perneras de los pantalones.
El paraguas sobe el suelo gris parece un grifo abierto.
Empiezo a sentir frío.
Sobre la tarima de la parada, ya enfrente de casa, empieza de nuevo el diluvio.
Los coches, en manada, en las dos direcciones, me impiden cruzar la calle.
Llegué (?) a casa.
No diviso la cara opuesta de la bahía a través del ventanal, ni siquiera acierto a ver los barcos amarrados.

Por lo menos hay tormenta, aunque ya débil. Eso es lo mejor para un día absurdo.

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Y porque me apetece, aunque no le pega nada:

Edo Zanki


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