domingo, 23 de noviembre de 2008

Casualidades

El hombre sentado delante de mí y con la pierna izquierda cruzada sobre la derecha, jugueteaba con el cordón de su zapato. Con esa posición, el bajo del pantalón ya no era tan bajo, de modo que enseñaba su reluciente calcetín oscuro, tapado por un mate zapato negro. Con la mano derecha cogía la lazada y la retorcía. Mientras sonaban las notas. A su lado, por la izquierda, se sentaba una mujer rubia, a su derecha había dejado su abrigo y el programa. No dije que estaba casi oscuras y que la luz de la sala sólo provenía de lo que representaba el escenario. La mujer reclinó, casi ya al final, su cabeza sobre el hombro del hombre. Antes él había cogido el abrigo y lo había puesto sobre las piernas de la mujer.

Me hizo gracia pensar que ese mismo hombre, en ese mismo momento, estaba pensando en la mujer que se hallaba en la fila de delante a su derecha, a la que no dejaba de mirar.

Sin embargo, ese hombre se encontraba en ese preciso momento en una sala de espera de una maternidad, esperando oir su nombre y ver una diminuta cara que debería parecerse a la suya.

Lamentablemente se encontraba en un hospital, sobre unas palas metálicas, a punto de ser sometido a una TAC. Paren, que se agita.

Por suerte, ese hombre salía ahora mismo de Son Sant Joan.

2 comentarios:

__ dijo...

Ese hombre tenía más deseos que vida, más sueños que realidad, como todos....

eldiaridekafka dijo...

Como todos. Vidas paralelas o no.