miércoles, 2 de abril de 2008

Memòria



Así como el tiempo avanza inexorablemente hacia el infinito fin que algún día llegará, aunque te pese, el vaivén de las olas no cesa, de manera que hasta la orilla rocosa trae y aleja barcos, otrora repletos de gente y cada día más vacíos. Algo así como mi mente, antes cargada de lo que para mí eran valiosos conocimientos que, como los barcos, va perdiendo por el camino, soltando lastres que caen al abismo del mar y que no los volveré a recuperar, pues la cuerda quebró y no consigo encontrar el raído cabo.


Si te sucediese a tí lo mismo, ¿qué harías? ¿Bucearías para recuperarlos, encontrándote con los peligros de hundirte con ellos y no subir nunca más a la superficie? ¿Tal vez navegarías el tiempo que te fue dispuesto para procurarte de nuevos lastres, desconociendo si tendrán el mismo valor que los previos?


En estos pensamientos me muevo, y tu no respondes, quizás porque tu timidez no te deja pensar que la solución al problema no radica en la misma solución, sino en el problema, un cuadro alzheimer-like, ocasionado por el ritmo que llevamos, por la preocupación por los otros, que consigue que nos olvidemos de nuestra propia existencia, buscando las causas por las que la memoria de otros mermó, quizás por auténticos cuadros de demencia senil (puntual o precoz), que la propia biología de los mismos marcó junto con los llamados agentes etiológicos externos que lo precipitaron.

1 comentario:

Jordi Roldán dijo...

He seguido leyendo...
Los lastres son los lastres, en la superficie, en el fondo del mar o en globo, lo que me lleva a pensar que habrá que aprender a convivir con ellos
Te sigo leyendo muy neurológica y con pocos indicios de demencia (ponle el título que quieras) porque de lo contrario no escribirías.