martes, 15 de abril de 2008

Luces de la bahía

Desde que nace hasta que muere un pensamiento fluye en todas direcciones. Y el viento lo recoge y lo mece, balanceándolo de tal manera que, cuando lo recoges, ya no es el mismo, no es ni más maduro, ni más pobre. Y la lógica busca la idea primigenia, estableciendo algoritmos de búsqueda, tan fugaces que aún no fueron creados, pues cuanto más tiempo pase, menos probabilidades de éxito existen.

Páginas blancas en la libreta azul que ya amarillean.
Toallas de verano de fuertes colores que se apagaron hace ya un rato.
La brisa marina dispersada por aquel avión a reacción que regresa a casa con gente extraña.
Y dentro de poco, las pequeñas luces de enfrente de la bahía se encenderán (no diré como luciérnagas, que es una frase ya denodada, ni como estrellas, que aquí todavía no he visto) minúsculas y pegaditas, chispeantes y lejanas.

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