Desde tiempos que ya nadie recuerda, se alzan terrazas labradas en la ladera, inclinadas de tal forma que ya no parecen terrazas, sino deformidades propias de la erosión a la que ha sido sometida.
Allí se mantienen, sobreviviendo como pueden.
Se divisan desde la ventana, desde esta misma ventana, la misma que da a una de las pequeñas calles de pétreos adoquines y aceras destartaladas.
1 comentario:
Gracias, ¿es tú verano? ¿es tú origen? Me siento trasladado a rincones de Castilla, de verano y de mi niñez, me han hecho sentir bien los cinco puntos.
Un placer, Ignacio
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