domingo, 19 de julio de 2009

1.

Cuando no hay mucha gente, lo cierto es que la imaginación se desborda, los paseos abundan y las letras aparecen por doquier (en las páginas, en las paredes o en la palma de la mano). Los sonidos se acrecentan y se rehuye de las falsas palabras.
Y entonces se corre en el peligro de ser atraído por el campo magnético de la irrealidad y la fábula. Por eso, en ese preciso momento, se debe disponer de un salvoconducto que rescate el objeto de las fuerza atractora hacia la órbita hostil.

Las callejuelas seguían casi desiertas y apenas silenciadas, algo distraídas por los gregorianos cánticos de los grillos en sus barricadas escondidos y por los pasos solitarios de una mente pensante.

Mis pasos restallan por estas minúsculas calles y estos podrían ser un buen salvoconducto, me despertarían de esa ensoñación, de esa falsa realidad que es la realidad misma.

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