domingo, 19 de julio de 2009

0. Introducción

Las callejuelas eran aparentemente rectas y sin complicaciones, un ejemplo de un ordenamiento aleatorio perfectamente organizado. Suelos empedrados, asfaltados o terrosos. Pocos transeúntes. Poco ruido o mucho eco. Un cierto vientecillo que arrastraba hojas de quién sabe dónde. Y al anochecer, todo a media luz y un tenue frescor, la versión oscura de lo que durante el día era otra cosa.
Se hubiera dicho que así, a mediavela, todo alcanzaba un tono lúgubre o infernal, para otros representaría un escenario edulcorado y empalagoso. Lo cierto, es que era lo que era, vacío y tímidamente arrogante.
Un pueblo, se entiende.

No hay comentarios: