Igual te has fijado o puede que sólo sean imaginaciones mías, pero a veces tienen lugar sucesos que no están previstos, quiero decir, situaciones deseadas o no, que se dan sin previo aviso pero que parece que estuvieran predeterminadas para tener lugar. Como si en unas coordenadas concretas y en un tiempo exacto y favorable, algo tuviera que suceder porque sí.
Borra todo lo que dije. Es inexacto. A lo que me refiero es que, como en una matriz, un lienzo cuadrado, plano y estable, en un espacio indeterminadamente determinado, dos puntos inmóviles y fijos situados en sendas esquinas, opuestas entre sí, nunca llegarán a tocarse. Sin embargo, si desestabilizamos este sistema y añadimos una variante, pongamos por caso, un pliegue central, las esquinas, obligadas a mutar de posición, se desplazan con tendencia al acercamiento entre ellas, de tal modo, que cuanto más pronunciado sea ese pliegue central, la proximidad entre los puntos es más factible, a pesar de que se encuentren en los extremos y tiendan al movimiento nulo. Además, lo que puede ocurrir es que si, inicialmente estos puntos se hallaban tan lejanos el uno del otro, asemejaría que se encontraran en tiempos distintos a pesar de estar en el mismo plano. Pero una vez más, si se acercan, el tiempo entre estos dos irritantes e inmóviles puntos, parecería que se acorta, de manera que se podría decir que compartirían el mismo presente.
Pero no me hagas caso, no es eso lo que realmente quería escribir, se lo dejo a Hawkins y sus colegas físicos.
Así que lo dejamos para otro día, porque las ideas se confunden y se mezclan.
Sin embargo me da pena, porque sé que te preguntarás, ¿y a qué viene todo esto? Bueno, es una buena pregunta, seré condescendiente.
Quizás viene por las coincidencias, por la sensación de vivir un paso por detrás tuyo (o quizás dos o tres o más). Era como si ayer, en un determinado espacio, te pudiese encontrar sólo con abrir los ojos y desear que estuvieras allí. Como si de repente nuestros tiempos y espacios fuesen los mismos. Porque cometí una estupidez, cómo no, leerte en las palabras de otro. Y sentí cómo leías para tí las palabras de ese otro, como si fuera un eco distante, como si fueran las radiaciones fósiles de un posible bigbang. Acentué las palabras que acentuaste, tal vez. Era como rehacer tus pasos tiempo después, la recreación de otra dimensión. Y me dolió y me dio rabia. Como si tú fueses un Reeves y yo una Bullock, mejorando lo presente. Y pensar esto aún me enervó más. Porque la idea era buena, pero al guión le pudo el azúcar. Porque no es una realidad, sino una quimera.