viernes, 2 de enero de 2009

TRADICIONES

A K le gustaba empezar el año siempre de la misma forma. Para el resto de los mortales quizás resulte un poco extravagante, pero no más lo que le resultaba que otros encendiesen velas rojas, por ejemplo.

Ya no recordaba cuándo había empezado, tal vez sí que recordara por qué. Todos los años igual, el mismo modus operandi.

El 31 de diciembre, bien entrada la noche, subía a pie el camino hasta el hospital, llegando casi asfixiado, porque ya no era tan joven. Otra opción hubiera sido coger un autobús o un taxi, pero no resultaba tan romántico (o teatral) y además llamaría la atención. Una vez allí, se quedaba en el hall, sentado, enfrente del televisor. Generalmente aquella noche, antes de la medianoche, aquello era de lo más tranquilo. Como mucho veía algun familiar bien puesto de traje-corbata/vestido-de-cóctel a todo correr tras despedirse de algún paciente, o gente con pijamas blancos ataviados con espumillones o coronas. Pero él, desde el banco, miraba (como hacen otros) el televisor colgado del techo, con la voz en off. Un montón de gente, en exceso contenta, en la Puerta del Sol, dispuesta a tomar las uvas con el resto de españoles. Él no iba a tomar uvas porque ya iba bien cargado de largas cuerdas. Además no quería atragantarse. Le bastaba tomar un poco de turrón de Xixona (denominación de origen). Y así despedía el año viejo.

A los pocos segundos de encontrarse en el nuevo, tomaba sus cuerdas y se dirigía al ascensor para ir hasta la sexta e ir bajando a pie por las escaleras, para visitar cada una de las plantas. Cada una en silencio, sólo juerga en los controles. Descontrol total. A través de las puertas entornadas lo podía ver y escuchar. Y él se deleitaba viendo cada uno de los belenes que habían instalado, unos originales, otros...

Y así hasta el sótano, donde el frío era más que evidente y donde no esperaría encontrar a ningún alma.

Nada que hacer, nada que oír, nada que observar; el entorno de la nada, el vacío total, sin espacio y sin tiempo. Me paseaba arriba y abajo y conmigo iban los pensamientos, arriba y abajo. Una y otra vez, arriba y abajo. Pero incluso los pensamientos, por muy etéreos que parezcan, requieren un punto de apoyo, pues de lo contrario giran y giran en torno a sí mismos, en un torbellino sin sentido; tampoco ellos soportan la nada. Desde la mañana a la noche se está a la espera de algo que nunca llega. Se espera y se espera. Y no ocurre nada. Y se sigue esperando, y esperando, y esperando… y pensando, y pensando, y pensando.. hasta que duelen las sienes. Y no ocurre nada. Y estás solo. Solo… Solo…

De allí, nuevamente a pie, salía del recinto y bajaba la cuesta, con sus cuerdas. Ahora su objetivo era Es Baluard. Para empezar bien el año qué mejor que subir sus murallas con la cuerdas, de madrugada, hasta alcanzar la cima exhausto. Y desde allí mirar hacia el este, hacia donde todo es negro, mientras la ciudad brilla como nunca. Esperar hasta que amanezca y ver cómo aquella mancha negra se colorea, primero de tenue naranja (el color que nunca tendrán los frutos de Sóller), luego de verde y gris hasta finalmente ser azul.



Así empezaba K su año.

3 comentarios:

__ dijo...

Pues lo de Es Baluard me parece interesante, pero sobre todo por la sensación de soledad para afrontar el resto de tu vida.

Y el sótano otorga la paz de la nada, pero un sótano en un hospital una noche de Nochevieja tiene que imponer un poquito...

¿Tuviste guardia el 31?

Besos, Ignacio

__ dijo...

Y gracias por tus palabras...

eldiaridekafka dijo...

De nada...

Pues, aunque lo pudiera parecer, este año no. Ya tuve mi Semana Fantástica de guardias en Navidad (que tampoco estuvo tan mal, ójala fueran siempre así, excepto por el primer round, que casi me muero), así que las uvas en casita.

Generalmente las plantas -1 no suelen esconder nada bueno... alguna cara mohina...

Con respecto a Es Baluard, bueno, lo que más me impresiona son las vistas, vale la pena invertir para verlas, sobre todo al atardecer. ¿Será una forma de "reconciliación" con la isla desde el calor del hogar? No caerá esa breva.

Un abrazo!