martes, 16 de junio de 2009

Te sentaste en el sofá o, más bien, te dejaste caer, con todo tu peso.
Ya habías apagado la luz y afuera estaba oscuro.
Sólo veías un punto rojo, que parpadeaba o lo parecía, ondulante y sigiloso.
Pero una vez en el sofá ya no lo percibías.
Y te daba igual.
Ya estabas recostado.
Como un plomo inerte, a oscuras.
Y tu conciencia ausente, de viaje...

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