sábado, 6 de junio de 2009

Me comentan que en el espacio, donde la amplitud (para nuestras escalas) parece ser que es inmensa (que sea infinita o no, depende de nuestra autoestima) hay problemas de colisiones. Que si a algún agujero negro le da por zamparse lo que tiene al lado, que si pequeños fragmentos de meteoritos (del tamaño de un campo de fútbol o de una lenteja, lo mismo da) tienen la manía de querer impactar sobre aquello que se les ponga por delante (un cuerpo celeste o un sueño convertido en hojalata eléctrica con baños tipo apartheid, pero para ricos y pobres)...
En fin, tamaños, distancias y velocidades relativas, según los gustos del consumidor.

Lo que ya no se cuenta, pero que es un secreto a voces, es que cerca de este nuestro pequeño minimundo llamado tierra, debido a las velocidades excesivas de los conductores sobre su superficie, la falta de visión de estos a la hora de saltarse los semáforos en ámbar-rojo y su carencia de apego a la vida (a la suya, o lo que es mucho peor, a la de los otros, que no son más que los unos reconvertidos en seres ajenos), se implantará un sistema de rádares espaciales, que se generalizarán por toda la orbe en algún momento, para cuando los que conducen con los pies en el suelo y la cabeza en Marte empiecen a conducir con los pies en las nubes y la cabeza Dios sabe dónde.

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