viernes, 26 de diciembre de 2008

Porexpán

Me resulta curioso este vaso de porexpán, de sólo 10 céntimos. Ahora que se acabó (que acabé) lo que contenía, que le quedan rastros de la sustancia hipercalórica adheridos a su pared interna pero fácilmente eliminables, me mira desafiante. Leo que vivirá mil años intacto, sin biodegradarse. Quién sabe que ocurrirá dentro de mil años (que tampoco es mucho). Tal vez las cucharachas, Samsas o no, pululen por la faz de la Tierra como dueñas y señoras, tal vez ya no quede planeta. Nosotros, los que estamos aquí y ahora, no estamos programados para darle tanto uso a un vaso.
La cuestión es que aquí sigue el vaso, sucio. Pero, ¿cuántos vasos sucios consumimos al día? ¿Cuántos restos quedarán al final del año? ¿Cuántos vasos se encontrarán intactos dentro de mil años?
Sin embargo, por más que lo evite, ahí está, blanco inmaculado por fuera.

Pero sabemos que el problema de los vasos no es el mayor de los problemas. Sólo es una cortina de humo.

Qué pasa por la mente de la gente es un misterio.
Si las mentes agotadas pudieran reciclarse como un vaso de porexpán...

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