domingo, 19 de octubre de 2008

Cuatro meses o, lo que es lo mismo, cuatro semanas, son tiempo suficiente para reescribir una vida o, de otro modo, cambiar el cristal con que se mira, sin capitular.

Parado. En movimiento.

Sobre todo.

Un giro inesperado en la prosa que no traduce sino éso, un giro que no estaba previsto pero que no tiene un objetivo final. Como cuando, según dicen, el cerebro, ante una falta de información se la inventa para tapar los agujeros negros que empañan nuestro campo visual. ¿Y qué sucedería si en verdad no fuera todo más que un agujero negro y la realidad una invención de una mente aburrida?

Se decía esto mientras quedaba debajo de sus manos la piedra caliza grabada de la almena que mira al puerto. Otra vez.

3 comentarios:

ETDN dijo...

"Cambiar el cristal con que se mira, sin capitular"

Es complicado, pero a veces no hay más remedio.

La realidad la inventamos constantemente.

Los giros nos ayudan a recapitular, aunque no nos guste.

besos

eldiaridekafka dijo...

En mi opinión, los giros hacen que la vida sea menos monótona, bien es verdad, aunque no nos gusten.


Por otra parte, más que inventarnos la realidad, ante una única realidad, la tergiversamos a nuestra (consciente o no) conveniencia.

Más besos.

__ dijo...

¡Me encantan estos diálogos! Te eché de menos eddk, pero hambre que espera hartura...

Yo creo que la memoria inventa el pasado, lo tegiversa, como decís, a nuestro acomodo. Nunca recordamos los momentos mediocres y nos quedamos con lo bueno. Creo que es un reflejo defensivo para ir cimentando nuestra existencia.

Lo que cambia la realidad presente y futura es la ilusión. Soñamos con situaciones moldeadas a nuestro antojo.

Aunque como tengo mis dudas sobre la existencia del presente, quizás la ilusión sólo funcione para el futuro....

Muchos más besos de Ignacio