lunes, 2 de noviembre de 2009

Niños aeronáuticos

Pensaba yo el otro día, mientras venía (total, para luego volver), en el aeropuerto de Son Sant Joan, a eso de media tarde, y cuando la luz cálida entra a raudales por las grandes cristaleras y te invita a quedarte estática, no moverte y decir: esperen, detengan el embarque, ya cuando esté oscuro, proseguiremos. Huelga decir que esto se ve potenciado si sólo has dormido dos horas y Morfeo, por un lado te acuna, y por el otro Lorenzo te toca la mejilla con su cálida mano. Entonces, sólo entonces, los bancos del aeropuerto junto con la maleta de mano, se convierten en comodísimas camas, que ni el Ritz.

Creo que empecé diciendo que pensaba, cosa por otra parte que cada día me resulta más molesta, porque no hay quien calle a esta mente. Siempre está analizando, maquinando y soñando. No sabe que en el mundo exterior, las máscaras se imponen y los silencios no pesan. Si al menos, se tomara un día de descanso...

Insisto, pensaba, como decía. Seré breve, que el regreso es inminente y el tiempo me falta. Debe ser duro para esos niños que se pasan los fines de semana, maleta arriba, maleta abajo, vuelo de aquí a allá. Sin comerlo ni beberlo, se ven abocados a su reparto semanal acompañados o no. Los ves con cara seria o desparramados por el suelo, exigentes o retraídos. A punto de embarcar, se camuflan con el resto del pasaje, o más bien el gentío les engulle hacia su destino, a saber cuál.
Así pues, en unas horas nos volveremos a ver, si no, ya queda menos para Navidad, que seguró que el número aumentará de manera exponencial.

1 comentario:

__ dijo...

Los del avión son más afortunados, hay muchos padres a las afueras de Madrid viviendo en campings sin poder ofrecer un hogar de fin de semana a sus hijos....

Creo que hay que replantearse muchas cosas del matrimonio, la primera es convencer a la sociedad de que nos es una obligación social, ni un experimento, ni un capricho. Y no lo digo por los padres, sino por los niños aeronáuticos.

Un beso, Ignacio