lunes, 17 de agosto de 2009

Nadie puede saber lo que le pasa a otro por la mente.
Partiendo pues de esta premisa, tópica, sí, pero cierta, mas (mal) que le pese, no resulta difícil adivinar que la lógica brilla por su ausencia. Que los cuerpos inertes pueden quedar abandonados a su suerte a la intemperie, solos y sin abrigo. Puede suceder y sucede, no obstante. Pero poco importa dónde suceda, en la oquedad de una montaña, en la coyuntura de un pasillo o frente un panel. El problema no es el cuerpo, el problema es que no hay GPS que nos lleve hasta la mente.

1 comentario:

__ dijo...

¿No necesitaría el GPS la mente, en vez del cuerpo?