domingo, 24 de mayo de 2009

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Hubiera sido bonito así, decir que lo descubrió mientras sacudía el polvo, pero no fue así. Es que el polvo lo cubría todo, por dejadez o por omisión deliberada, y cuando a las micropartículas de susudicha materia (alérgenos varios, como los ácaros, restos de faneras, cutículas separadas descuidadamente de su cuerpo) entraron, quieras que no, en contacto con sus fosas nasales (inmunología aparte), la hecatombe sucedió. Un estornudo de lo más sonoro combatió, o lo intentó, parte de la sustancia blanquecina que se apoderaba de la estancia. Pero no fue peor la enfermedad que el remedio. El polvo en suspensión, liberado parcialmente de la inmovilidad conferida por la gravedad terrestre, muy al uso desde los inicios del planeta, danzaba en suspensión, en movimientos oscilantes, arriba y abajo, procurando no ser esclavo de esa fuerza planetaria.
Y ahí estaba, debajo, escondido por el blanco manto. Esperando a ser redescubierto. Baste decir que no fue necesario sólo este descubrimiento casual, sino el esfuerzo de tres noches y no consecutivas para vencer a Morfeo, para afianzar que HAL 9000 era un poco trasto, que el final sigue siendo (porque así me empeño) caótico, porque la nívea habitación barroca no es más que una traba para la conclusión, que la muerte, desde que la ví, adquirió forma de negro túnel con paredes de eléctricos y tormentosos colores vivarachos. Y es esto último lo que me preocupa, no la muerte, que es inevitable, sino el túnel de etéreas paredes. ¿Qué sucede si las tocas, si las traspasas, si se cierran y te aprisionan?


2 comentarios:

__ dijo...

Yo creo que la muerte es blanca y que si tuviéramos las IgE dedicadas a lombrices y demás parásitos, no estarían dando la murga con las alergias.

¿Dónde andas?
Muchos besos, Ignacio

eldiaridekafka dijo...

Para mí la muerte siempre ha sido negra (por Kubrick y el Enterprise, que no sé quién es más humano), por eso nuestro sofá ochentero (el sofá negro de flores rosas, que se tragaba todos mis juguetes para quedárselos en su tubo digestivo, que por suerte no digería) para mí siempre fue algo con lo que había que tener precaución (como un ataúd que si te despistabas te engullía).

Con lo de las IgE, pues sí, para que nos vamos a engañar, esas tontas íes griegas que vagan ociosas esperando para armar gresca... no se qué se han creído, la verdad...