domingo, 25 de abril de 2010

Minilibro III de III : Conclusión final

Te escribo otra historia en menos de un minuto, más o menos, así, sin pensar, una, dos y tres, y alehop.

Una historia con principio, con relleno y final. ¿Ves? Es fácil, se escribe sola, yo ni escribo, es el teclado que se mueve. Pero quien quiere escribir soy yo, y tú quieres la historia, yo sólo necesito escribir. ¿Ves? Ya casi está la historia, pero pasa el minutero, Cuando quiera, puedo parar y decir, hasta aquí. Me paso del minuto y ya tengo una historia, quiero escribir.
Sí, te cuento otra historia, ya no quiero leer, todo es lo mismo. Se repiten, una y otra vez. Y es que creo que ya está todo de sobras escrito. Buscan, buscamos, originalidad.
Craso error, las historias pierden su encanto. Frases absurdas, ideas delirante, cacofonías escatológicas... Se suceden unas detrás de otras. Pero venden y sustentan a quienes lo escriben. Bien, pero ya no leo, sólo oigo las voces de las señoras del pasillo, intentando recordar aquel gran libro que nadie pudo superar

Minilibro II de III: Las señoras del pasillo

Las señoras cotorrean, por el pasillo, hablan en voz alta, casi gritanto. Se ríen fingiendo seriedad. Ufanas elevan la voz las unas sobre las otras. Y casi aceleradas, se saltan palabras o letras, hablando de corrido. Nadie tiene más razón que ellas, las señoras del pasillo. Y aunque no las veas, porque cierras la puerta, quieren que sepas que están. Y te las imaginas, los brazos conteniendo sus abultados estómagos, elevando a la vez sus senos, con la mirada autoritaria, bien hacia arriba y sin pestañear, con labios finos que se entreaben para emitir graznidos. Y parlotean, parlotean sin cesar. De pronto, el silencio. Cogieron el ascensor.

Minilibro I de III: El libro perdido

¿Te acordaste de abrir el libro, antes de ojearlo?
¿Recuerdas, acaso, si sólo miraste la portada?
¿Estaba sobre la mesa o en el estante?
¿Te lo dio alguien o lo encontraste como si nada?
¿Oíste hablar de él o tal vez le comunicaste a alguien tu hallazgo?

No recuerdo nada de ello, ya te lo dije antes. Olvidé los detalles, el cómo, el cuándo, el dónde, el porqué... Ni siquiera recuerdo el argumento.

¿No? ¿Y entonces?

Sólo sé de la sensación que me dejó mientras lo leía y cuando lo terminé. Primero sensación de plenitud y luego de vacío, desasosiego. Nunca hallé nada parecido. Y, aunque mi mente no tomó nota de las palabras, aunque nunca supe más de aquella obra, sé que nunca volveré a sentirme tan feliz.
Sólo me queda el recuerdo de lo olvidado, que ya es más de lo que a mi alcance queda.

martes, 20 de abril de 2010

"Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro"


Para las que están y para los que ya no están.